(Jesús Sánchez Adalid– Sacerdote y escritor)
“El periodismo es un efímero monumento a la actualidad; una especie de boca hambrienta que necesita cada día, incluso cada hora, su carnaza. (…) Algo semejante cabría afirmar del ámbito del pensamiento, contaminado ya también por el “culto a la actualidad”. Falta el espacio de distanciamiento en lo que respecta a la formación y difusión de ideas”
Don Miguel de Unamuno, en su obra Ciudad y campo, escribía: “Muchas veces me he parado a reflexionar en lo terrible que es para la vida del espíritu la profesión de periodista, obligado a componer su artículo diario, y ese nefando culto a la actualidad que del periodismo ha surgido”. Si ya a principios del siglo pasado don Miguel se expresaba de esta manera, qué pensaría si –como solemos decir– levantara la cabeza en estos tiempos en los que proliferan los medios de comunicación hasta un punto rayano en lo delirante; no sólo los escritos (propios de la época de Unamuno), sino las cadenas televisivas, las emisoras, los periódicos, los boletines internacionales, nacionales, regionales, locales… Por no hablar de Internet. En los medios radiofónicos y televisivos proliferan las tertulias que necesitan asuntos cada mañana, tarde y noche que les sirvan de arranque para conversaciones que se extienden mucho más allá de su natural importancia.
La información es necesaria, ¡Dios me libre de afirmar lo contrario! Pero el periodismo es un efímero monumento a la actualidad; una especie de boca hambrienta que necesita cada día, incluso cada hora, su carnaza. Constantemente se queda vieja la información. Eso propicia ese “culto” nocivo que olvida enseguida el pasado y carece de perspectiva de futuro. Quizás contribuimos a ello quienes nos vemos obligados a opinar sucesivamente, una y otra vez, para proseguir esta tarea diaria de la información.
Algo semejante cabría afirmar del ámbito del pensamiento, contaminado ya también por el “culto a la actualidad”. Falta el espacio de distanciamiento en lo que respecta a la formación y difusión de ideas.
En el nº 2.700 de Vida Nueva.