(Jorge Juan Fernández Sangrador– Director de la BAC)
“A quienes se imaginaban que el pecado era una especie de ordinariez moral o psicológica se les han abierto últimamente los ojos y han visto que, por su carácter social, es, en ocasiones, un delito sobre el que los tribunales de justicia tienen también algo que decir”
En las escuelas empresariales se recomienda a los alumnos que, en el trabajo, eviten, en la medida de lo posible, tratar asuntos laborales valiéndose de mensajes electrónicos. Está comprobado que el destinatario los entiende a su modo, malinterpretando, no pocas veces, la intención del remitente y tergiversando, como consecuencia, el contenido.
Añadido a eso, es preciso decir que, para algunas personas, el ordenador y el teléfono móvil se han convertido en instrumental doméstico para delinquir. Las demandas judiciales por mobbing suelen prosperar a causa de las pruebas inequívocas que los damnificados presentan ante los tribunales: correos electrónicos y mensajes de móvil archivados en carpetas. Las agresiones por este medio, en todos los estratos de la sociedad, se multiplican de tal manera, por parte de allegados, que quien más, quien menos va haciendo acopio de ellas en soportes diversos. Según van llegando, pa’l saco.
Y sobre la participación anónima en los blogs con el fin de injuriar a otros, ídem de ídem. A poco que el afrentado sepa moverse, acabará por identificar la dirección IP del delincuente camuflado.
A quienes se imaginaban que el pecado era una especie de ordinariez moral o psicológica se les han abierto últimamente los ojos y han visto que, por su carácter social, es, en ocasiones, un delito sobre el que los tribunales de justicia tienen también algo que decir. Y ¡ay de aquel que, por haber ofendido a Dios en los demás, venga a caer en manos de los hombres!
jjfernandezs@vidanueva.es
En el nº 2.702 de Vida Nueva.