(+ Amadeo Rodríguez Magro– Obispo de Plasencia)
“En estos sacerdotes –de 38 diócesis– he podido comprobar la fuerza apostólica de quienes comparten con sus comunidades de aquí y de allí la fe en Jesucristo, al que aman y anuncian. Y también he podido constatar su pasión sacerdotal”
Como lo hace cada año, la Iglesia española va a celebrar, el 7 de marzo, el día de Hispanoamérica. Mirar hacia aquellos países es un deber, pues fue ella la que les llevó la primera evangelización. Desde entonces, compartimos una fe común y hay entre nosotros una profunda sintonía en la experiencia cristiana, la que después se ha encargado de tejer la acción evangelizadora. Acabo de llegar de Argentina, donde he participado, en representación de la Comisión Episcopal de Misiones, en un encuentro con noventa sacerdotes diocesanos de la OCSHA; por ellos, he comprobado el arraigo de la misión ad gentes de la Iglesia en España, que, con una multitud de misioneros y misioneras, colabora en el dinamismo eclesial de la Iglesia latinoamericana. Por el relato apasionado de las experiencias de estos sacerdotes, he podido sentir el latido de la misión en nuestras diócesis y el hermanamiento que mantenemos con aquellas Iglesias.
Al escucharles, se percibe claramente que son “discípulos y misioneros” en América Latina, identificados con la Misión Continental, el gran proyecto espiritual y pastoral que nace de Aparecida. En estos sacerdotes –de 38 diócesis– he podido comprobar la fuerza apostólica de quienes comparten con sus comunidades de aquí y de allí la fe en Jesucristo, al que aman y anuncian. Y también he podido constatar su pasión sacerdotal, tanto la de los más veteranos –algunos con más de 50 años de misión– como de los recién llegados –con sólo algunas semanas–; en todos es una pasión identificada y, a veces, dolorida con las situaciones humanas, religiosas y sociales en las que desarrollan su misión. De un modo especial, he escuchado el quejido por Haití, pues muchos de ellos conocen de cerca la situación pasada y presente de ese pueblo siempre azotado por las desgracias.
arodriguez@vidanueva.es
En el nº 2.696 de Vida Nueva.