(José María Arnaiz– Ex Secretario General de la Unión de Superiores Generales)
“Cuando se intenta responder hacia dónde va la humanidad y el cristianismo, se debe contestar que nada está escrito de antemano salvo que no volverá a su pasado, y para mí que el mañana será mejor que el hoy. Pero es imprevisible este futuro; y es bueno contar con ello”
Es lo que no se pude prever; lo inesperado, inadvertido, impensado, imprevisto y que llega por sorpresa. Con esta categoría le gusta analizar nuestro presente sociocultural, político, económico y religioso a uno de los grandes gurús de nuestros días, Philip Kotler, profesor en la NW University de Chicago. Y comparto su intuición.
Los esfuerzos por prever el futuro son inmensos, pero muchas veces insuficientes. Hace días analizaba las cuatro megatendencias que deberían cambiar el mundo, publicadas en la revista Foreign Affairs por expertos de la George Mason University: el envejecimiento y desaceleración del crecimiento de la población, la caída del PIB global, el incremento de la inmigración y la urbanización. Pero no sé si porque lo leía ya con la perspectiva de lo imprevisible, me dejaba poco convencido. Con todo, esta gran intuición no lleva, ni mucho menos, a creer en un ya cercano final de la historia, propia de la especulación política del americano Francis Fukuyama. Quiero más bien entender que hay que despertar, pues estamos ante un implacable y acelerado giro de nuestra civilización y ante una cierta impotencia ante el futuro.
Cuando se intenta responder hacia dónde va la humanidad y el cristianismo, se debe contestar que nada está escrito de antemano salvo que no volverá a su pasado, y para mí que el mañana será mejor que el hoy. Pero es imprevisible este futuro; y es bueno contar con ello. Pareciera, también, que lo imprevisible surge preferentemente en la periferia, y no en el centro. Por supuesto, no es fácil dar con ese imprevisible, y quizás sea mejor; los tiempos fáciles son nuestros mayores enemigos; nos hacen dormir. La adversidad y originalidad son nuestras amigas y nos despiertan. En fin, este diagnóstico de lo imprevisible nos hace trabajar más por un presente con futuro.
jmarnaiz@vidanueva.es
En el nº 2.696 de Vida Nueva.