(Nuria Calduch-Benages– Misionera de las Hijas de la Sagrada Familia de Nazaret y experta en Sagrada Escritura)
“Mientras muchos defienden que las ideas de creación y evolución (y las correspondientes ideologías, creacionismo y evolucionismo) se excluyen mutuamente, nuestro autor [Jean-Pierre Sonnet] descubre en la primera página del Génesis una racionalidad luminosa capaz de interpelar a toda persona racional y en especial al científico contemporáneo”
En el año 2009 no solamente hemos celebrado el bicentenario de la muerte de Charles Darwin (1809), el gran científico inglés, sino también el 150º aniversario de la publicación de su obra más conocida, El origen de las especies. En ella, Darwin ilustraba su teoría de la evolución por selección natural, que más tarde se convertiría en el fundamento de la biología moderna.
Para muchos autores del pasado, y también del presente, su teoría es irreconciliable con la Biblia, sobre todo con el primer capítulo del Génesis, donde el autor sacerdotal narra la creación del universo y del ser humano en un “relato de orígenes”, es decir, un relato que, sin ninguna pretensión científica, presenta una reflexión fundamental sobre el universo y la humanidad en sus relaciones recíprocas y en su relación con Dios.
Esta no es ciertamente la opinión del jesuita Jean-Pierre Sonnet, biblista de fama internacional, quien recientemente ha escrito un artículo muy debatido sobre Génesis 1 y la vocación científica del hombre, dedicándolo a la memoria de Henri-Géry Hers (1923-2008), psicólogo y bioquímico, profesor en la universidad católica de Lovaina. Mientras muchos defienden que las ideas de creación y evolución (y las correspondientes ideologías, creacionismo y evolucionismo) se excluyen mutuamente, nuestro autor descubre en la primera página del Génesis una racionalidad luminosa capaz de interpelar a toda persona racional y en especial al científico contemporáneo. Dios ha creado un mundo inteligible articulado por la palabra, confiado al poder y al saber del ser humano. La luz que surge en Gen 1,3 tiene su origen en Dios. Ella ilumina el mundo a partir de las capacidades y responsabilidades intelectuales del ser humano. Así pues, ni regresión ni oscurantismo ni nada que se le parezca.
En el nº 2.702 de Vida Nueva.