(Dolores Aleixandre, rscj)
“Qué cansino debe resultar el pensar o hablar siempre según un patrón definido de antemano, sin salirse ni un milímetro de esas pautas prefijadas, no vaya a ser que no resulten todo lo progresistas o todo lo conservadores que espera de ellos su público”
Qué manía la de algunos cronistas de temas religiosos de clasificar al personal según la doble categoría de conservadores o progresistas. Me suena tan obsoleto y rancio como si me preguntaran si soy güelfa o gibelina, capuleta o montesca. ¡Y yo qué sé lo que soy! Porque hay cosas que estoy decidida a conservar como las ostras a sus perlas, y otras, en cambio, que me siento empujada a dejar atrás y a hacer algo parecido a lo que, en imagen de Taulero, hacen las serpientes: buscar una estrechura de piedras para dejar atrás la piel vieja.
¿Tan poco conocen la complejidad del corazón humano, sus perplejidades, entresijos, intermitencias y contradicciones? Qué cansino debe resultar el pensar o hablar siempre según un patrón definido de antemano, sin salirse ni un milímetro de esas pautas prefijadas, no vaya a ser que no resulten todo lo progresistas o todo lo conservadores que espera de ellos su público.
Y a ese público, ¿no le aburre escuchar siempre frases dictadas por idénticos moldes de pensamiento y destinadas a generar conductas unánimes?
¿No se podría hacer una colecta para pagarles un curso en que les explicaran un poco lo del ying y el yang?
daleixandre@vidanueva.es
En el nº 2.692 de Vida Nueva.