(José Luis Corzo– Profesor del Instituto Superior de Pastoral de Madrid)
“Ojalá que la Iglesia que está en España no vaya al pacto [escolar] a pedir, sino a ofrecerse. Ella puede rescatar del fracaso escolar a los que nadie quiere en sus propias aulas.”
El ministro actual de Educación llama a pactar, y hasta el Nuncio del Papa recién llegado asintió ¡ante el Rey! el pasado 14. A ver qué sale. El primer escollo será evitar que el gran pacto nacional signifique negociar los dos grandes partidos, PP y PSOE. Toma y daca. La educación es cosa de todos.
El segundo, que la Iglesia, que ya no suele meterse en política, lo intente esta vez; y es que a la escuela –a diferencia de otros sectores seculares ya autónomos, como la sanidad, los transportes, el mercado o las Cortes– no le basta con tener cristianos en sus aulas y siempre anda luchando por la confesionalidad de las pizarras.
¡Ojalá no sea así!, sino que el pacto –aunque lo acaben firmando los políticos– sea antes que nada una cuestión social y universal, y que, por eso, la Iglesia no pierda la ocasión de fermentarlo. Que no intervenga de poder a poder, como titular y propietaria de cerca de un 30% de aulas españolas; ella sabe que tiene más católicos en la escuela pública que en la privada. Que sepa pactar antes en el propio seno de sus comunidades cuáles son las reformas más graves, sin atrincherarse con algunos padres con capacidad real para elegir centro católico para sus hijos, ¡quimera para la mayoría!
Pero, sobre todo, que la Iglesia que está en España no vaya al pacto a pedir, sino a ofrecerse. Ella puede rescatar del fracaso escolar a los que nadie quiere en sus propias aulas. Ella es la única, por ahora, con un profesorado capaz de enseñar el cristianismo y las religiones a todos, para que Jesús no falte a clase, ni tampoco Mahoma ni Buda. Hay que atreverse a saber de religión en la escuela, que los creyentes ya se forman en sus iglesias y comunidades.
En el nº 2.693 de Vida Nueva.