(Antonio Gil Moreno)
“Desde un espíritu sereno y una actitud firme y coherente, saber hacernos presentes en nuestra sociedad con nuestra voz, con nuestro voto, con nuestra pequeña acción, con nuestro gesto hermoso, con nuestra sonrisa abierta a la esperanza”
Acaso no figuren estas dos virtudes en nuestra agenda de propósitos para el 2010, pero vale la pena anotarlas con especial ilusión para vivir el momento presente sin despeñarnos. Serenidad para no creer que el mundo se hunde a cada instante –a cada noticia– bajo nuestros pies, y firmeza para mantener y defender nuestros criterios y convicciones más profundas. Hace unos días, saltaba a la palestra de las tertulias lo del “almanaque de Logroño”, y algunas campanas tocaban a arrebato. No es para tanto. Si a cada acción u omisión que no nos gusta le colocamos una catarata de emociones, estamos aviados. Más bien, hay que recibirlas con una sincera reflexión.
En este caso, por ejemplo, la sociedad debe formularse seriamente estas dos preguntas: primera, ¿estamos viviendo la culminación de un lógico proceso de separación entre lo cívico-público y lo privado-religioso? Segunda, ¿estamos sufriendo una especie de revanchismo anticatólico, cuya furia intenta arrasar con cualquier signo que recuerde vagamente nuestra identidad religiosa? No es lo mismo la sana laicidad que la fobia al cristianismo.
Y desde un espíritu sereno y una actitud firme y coherente, saber hacernos presentes en nuestra sociedad con nuestra voz, con nuestro voto, con nuestra pequeña acción, con nuestro gesto hermoso, con nuestra sonrisa abierta a la esperanza.
agilmoreno@vidanueva.es
En el nº 2.691 de Vida Nueva.