(José María Arnaiz– Ex Secretario General de la Unión de Superiores Generales)
“Sólo cuando amamos las cosas dejan de ser abstractas, ya que las situamos en el corazón de nuestra existencia. La fe es un problema de interés y deja la esperanza en alerta. Hagámosla interesante y apasionante, y las palabras de la fe cambiarán”
Mi generación ha atravesado varias crisis y períodos de historia bien agitados. Mayo del 68 fue uno de ellos. Pero tengo la impresión de que estamos ahora en la crisis mayor, la de más envergadura, a pesar de que puede parecer menos movida. Es la crisis del hielo. Son muchas las iniciativas que se congelan, y de manera improvisada. Vivimos una época difícil porque se apoya sobre exageraciones que son grandes reducciones. En ella se nos escapa lo esencial. Así vivo en la distancia la situación económica de Europa y de cerca la global de la Iglesia.
Para esta crisis, un par de reflexiones. Constato que cuanto más se avanza en la vida más se prescinde de cosas, sobre todo las que son superficiales. No es sana para nada la intensidad en lo económico y de lo económico en lo financiero. Hace mucho bien el coraje de la verdad y la sencillez.
Una segunda constatación es la real tentación de replegarnos sobre nosotros mismos, de reducir la fe a la materialidad de las palabras, al rigor de las reglas y así querer solucionar los grandes interrogantes y necesidades del hombre. Frente a este modo de proceder, se precisa en el seno de la Iglesia la resistencia, la serenidad y la acción y, sobre todo, dejarse llevar a donde el amor nos lleve.
Está claro que las reglas no van a resolver todo; tampoco las palabras mágicas. Más bien, nos pueden introducir en un período de rigidez propio de las épocas insignificantes. De hecho, más que un tiempo de relativismo, como algunos gustan subrayar, estamos sumergidos en días de certezas paralelas. Cada uno se afirma de un modo diferente. Así nace el desinterés que hace las cosas abstractas; sólo cuando amamos las cosas dejan de ser abstractas, ya que las situamos en el corazón de nuestra existencia. La fe es un problema de interés y deja la esperanza en alerta. Hagámosla interesante y apasionante, y las palabras de la fe cambiarán; hagamos la fe atractiva, y los ciegos verán.
jmarnaiz@vidanueva.es
En el nº 2.712 de Vida Nueva.