El concierto ha dejado una huella imborrable en la música, en el activismo político, en la estética, el movimiento hippy y, para muchos, también en la forma de vivir la espiritualidad
Uno de sus organizadores, Michael Lang, ve aquellos tres días de agosto como la vivencia de “un sentido de posibilidad y esperanza nació y se extendió por todo el mundo”