Porque mansedumbre no es lo mismo que tibieza, ni moderación que cobardía. El día 28 de este mes de noviembre se cumple el 30º aniversario del paso a la casa del Padre del cardenal Enrique y Tarancón.
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Don Vicente, valenciano de origen y de carácter, fue una de las figuras más prominentes de la Iglesia y de la sociedad española en el siglo XX. Como uno de los grandes artífices de la Transición, supo desligar la barca de Pedro de la dictadura franquista, y, como el hombre del papa Pablo VI en España, aplicar las reformas conciliares para su renovación y ‘aggiornamento’, para la apertura de la Iglesia a la sociedad moderna.
Tras ser consagrado obispo en Solsona, su primera sede, la publicación de su pastoral social ‘El pan nuestro de cada día dánosle hoy’, en la que clamaba contra los abusos y la corrupción del régimen, le costó permanecer “en la nevera” durante 18 años (recordemos que el general Franco guardaba la prerrogativa en el nombramiento de obispos).
De Oviedo a Toledo
La llegada de nuevos aires al Vaticano propició su nombramiento como arzobispo de Oviedo, donde implantó las reformas conciliares y se posicionó al lado de obreros y mineros en sus reivindicaciones.
Como primado de España en Toledo, recibió el capelo cardenalicio de manos de san Pablo VI, su gran valedor.
En Madrid y presidente de la CEE
En Madrid vivió sus años más trepidantes a la par que fecundos, donde llegó a la presidencia de la Conferencia Episcopal Española (CEE). Su acción providencial en la desvinculación de la Iglesia del franquismo, muy a pesar de resistencias internas, se constata por ejemplo en la valentía mostrada en el conocido como ‘caso Añoveros’: en aquel momento llegó a tener firmada la excomunión del dictador con el fin de salvaguardar la integridad del obispo de Bilbao, así como los derechos de los fieles vascos.
De igual manera, dio muestra de gran templanza al presidir los funerales del almirante Carrero Blanco, siendo objetivo de insultos y desaires por parte de los acérrimos miembros del Búnker. Igualmente es recordada su brillante homilía en la misa de exaltación de Juan Carlos I, en la que le instó a ser rey de todos los españoles.
Clave en la Transición
Su talante conciliador fue clave en la Transición, situando a la Iglesia como protagonista del proceso y verdadera autoridad moral, culminando también su definitiva separación del Estado con la firma de los Acuerdos de 1979.
Tras la abrupta aceptación de su renuncia, se retiró a su tierra natal y continuó con una gran actividad intelectual desarrollada desde la profunda humildad y entrega a los demás.
El cardenal Tarancón no recibió los reconocimientos que merecía en vida, y tras su muerte tampoco han sido numerosas las muestras de gratitud hacia su figura. Por ello, es nuestro deber reivindicar la vida y heroicidad de este gran hombre, solicitando que se impulse su causa de canonización.