Tribuna

A los 60 años de la CLAR

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Celebramos 60 años de la CLAR. Nos ha convocado el Dios del origen, el mismo que al principio lo hizo todo bien, el Creador eterno y permanente. El Dios encarnado y solidario que recorre nuestra historia en condición de Hermano.

Él nos ha dado cita porque misteriosa y misericordiosamente tenemos algo en común: ‘somos familia’. Compartimos la pasión por Jesús y, en la diversidad de carismas que nos identifican, nos desvelamos todos por hacer que acontezca el Reino.

Hemos llegado hasta aquí, desde nuestra geografía cotidiana, desde ese lugar en el que se desenvuelve nuestra vida, nuestra misión, para celebrar una andadura de 60 años de historia.  Sabemos que todo ha sido Pascua.

Barro y gracia

Traemos lo que somos, esa mezcla de barro y gracia que a todos nos habita; nuestras sensibilidades vitales; nuestras certezas profundas; los criterios arraigados en el arte de ser y decidir.

Venimos de ver la realidad, la nuestra, la de la personas que acompañamos en el camino de la vida, la de nuestra Iglesia y nuestro pueblo.

Nos duele, nos indigna, nos confronta y reta, un mundo que se desangra en la ambición, en la lucha de poder, en la mezquina intolerancia de quienes se empeñan en la corrupción, en crear fronteras y patrocinar la guerra.  Las escenas cotidianas que nos hablan de estigmas y xenofobia, de exclusión y fundamentalismo, nos hacen anhelar ese Reino de hermanos, en el que las diferencias no se convierten en amenazas, sino en posibilidades de complementación y solidaridad.  Ese Reino que la vida religiosa del continente se ha empeñado en evidenciar con sus búsquedas, sus opciones, su discipulado misionero e incluso con su martirio.

Memoria agradecida

Queremos hacer memoria agradecida de tantos hombres y mujeres que a lo largo de estos 60 años, le han dado a la CLAR, rostro, identidad, consistencia, norte, proyecto.  Hoy se nos hace más nítida su presencia y sus opciones, sus búsquedas y esas pasiones por las que consumieron con fidelidad y coherencia su existencia. Todos ellos están aquí, porque no puede irse el que ha dado libremente la vida.

Como en el Evangelio, seguimos pidiendo un signo y no se nos dará ninguno más.  Ya la Palabra eterna y creadora se encuentra entre nosotros, ya en Jesús se nos ha dado la plena humanidad y el camino para realizarla. Ya se nos ha señalado con claridad el norte y el proyecto: una sociedad de hermanos, en la que se parta el pan y alcance para todos; una existencia asumida desde la lógica de la misericordia y la compasión, una opción: humanizarnos desde la lógica del amor.

El signo se ha encarnado, se ha hecho Palabra, se ha hecho tierra, humus fecundo, en el que puede florecer todo bien.

Creatividad evangélica

El signo ya se nos ha dado, pero, ¿cuál es la mirada que necesitamos para reconocerlo?, ¿cuál la óptica desde la cuál debemos mirar en tiempos de creatividad evangélica, cuando en compañía de María, sentimos que “ya es la hora”?

  • Mirar desde la fe, creer contra toda esperanza y a pesar de toda evidencia.  Explicitar con nuestra vida, en condición de testigos la palabra que encarna los valores del Evangelio.  Trascender los textos y vivir la vida desde la lógica de las actitudes y los valores. Ser decididamente, hombres y mujeres de fe.
  • Mirar con realismo, acoger la vida y abrazar cada acontecimiento, en su dosis exacta de posibilidad y limitación.  Pero, sin temor a las cifras que evidencian disminución, fragilidad  o envejecimiento. Detrás de cada límite hay una posibilidad, una esperanza en su génesis.
  • Mirar a todos, sin excepciones, ni discriminaciones. Hacer espacio en la geografía de nuestro corazón a todo aquel que necesite una mano tendida. Creer que somos seres inacabados, en continua creación, y que por lo tanto siempre tendremos que darnos unos a otros una oportunidad.
  • Mirar con todos, porque solo en comunidad, con otros, es posible una mejor visión. Sólo desde la experiencia de la comunión eclesial y tendiendo las redes de la intercongregacionalidad, acontecerá el milagro, se prolongará la fiesta, surgirá un nuevo profetismo.
  • Mirar creando, es decir dignificando, liberando, educando, evangelizando.  Permitiendo que acontezca la buena noticia allí donde se le hace eco a la violencia, al poder que excluye, a la ambición que empobrece.
  • Mirar comunitariamente, asumiendo el riesgo de tener un carisma y de ser fieles a una gracia. Contracorriente y para hacer posible algo nuevo, distinto, vital. Rompiendo con tradiciones y esquemas anquilosados por el peso de la costumbre, y actualizando en la propia existencia un proyecto innovador y significativo, susurrado y sostenido por el Espíritu.

A nosotros, justo a nosotros 60 años después nos corresponde hacer posible el signo, permitir que acontezca, visibilizarlo.

Corresponsables de la CLAR

Hoy todos nos sentimos corresponsables de este tramo de la historia de la CLAR. Celebrar es una manera de actualizar el compromiso, de renovar las opciones, de unirnos para que, con la mirada puesta en Jesús y a la escucha de su Palabra, podamos empeñarnos en romper la noche y el silencio en un amanecer repleto de fiesta y alegría.

Somos convocados y convocadas a resanar las grietas por las que se desangra la vida, la paz, la dignidad y la esperanza, a punta de semillas fecundas en el arte de la solidaridad y del encuentro; a jalonar el futuro tras largas horas de oración contemplativa, en la que resuene la voz del Espíritu, los clamores de la realidad, y la experiencia originaria de nuestros carismas fundacionales, hasta ir más allá y más a prisa, y no contener ni acorralar la gracia, para sencillamente hacer posible que las tinajas transformadas desborden Evangelio.

Gracias a tantas religiosas, religiosos y laicos que han hecho posible la andadura de la CLAR.

Continuemos la marcha. Avancemos inevitablemente unidos al Misterio, atentos a la realidad, dispuestos a la ofrenda, unidos, como hermanos.  Feliz celebración.

* Palabras pronunciadas en el acto conmemorativo de los 60 años de la CLAR, el 13 de marzo de 2019, en Bogotá.