La primera medida del nuevo concejal de Urbanismo y primer teniente de alcalde de Cadrete, en Zaragoza, ha sido retirar un busto de Abderramán III. Según Jesús García Royo, de Vox, en la plaza en la que se situaba la efigie solo debe haber “símbolos con los que todos los vecinos nos sintamos identificados”.
Llama la atención que un partido que se ha opuesto con todas sus fuerzas a la “memoria histórica”, defendiendo que las estatuas de Francisco Franco y toda la simbología y nomenclatura del franquismo no se podían tocar “por respeto a la Historia”, se empeñe ahora en retroceder un milenio y juzgar que el califa de Córdoba, el hombre más poderoso de su tiempo, no merece ni siquiera ser recordado.
El paradigma de El Cid
Debe de ser que en Vox echan de menos los manuales de Historia que, en los años 40, 50, 60 y 70, defendían que la “Reconquista” fue “una obra nacional” que, ni más ni menos, involucró a los distintos reinos cristianos entre el año 711 y 1492… Según esta corriente, El Cid sería uno de los iconos de esa “Reconquista”. Lástima que sea la propia Historia la que les desmienta y nos muestre a Rodrigo Díaz de Vivar poniendo su espada al servicio de reyes cristianos… y “moros”.
Así, la realidad que se vivió en la Península Ibérica (que no “España) entre los siglos VIII y XV nos muestra un sinfín de reyes cristianos y musulmanes que establecieron todo tipo de relaciones entre sí (de vasallaje, alianzas, bélicas…). No fue un “moros contra cristianos”. Fue, más bien, un Juego de Tronos en el que distintos señores feudales con corona disputaron por acumular el mayor poder posible, no estando marcadas las alianzas o rupturas por cuestiones de fe.
Un cambio de época
El gran cambio (que fue de época, pues pasamos de la Edad Media a la Edad Moderna) se dio con los Reyes Católicos. En un momento en el que los reinos musulmanes estaban en clara situación de minoría, ellos sí se marcaron el objetivo concreto de culminar un proceso de unidad en torno a su Corona y que “España” (con todas las prevenciones, desde aquí ya se puede emplear este concepto) fuera solo cristiana. Por eso conquistaron Granada. Por eso acabaron expulsando a judíos y musulmanes. Por eso impulsaron con todas sus fuerzas la Inquisición. Porque, al estar ante el primer modelo de monarquía absoluta en Europa, nada podía escapar a su control.
Pero, sobre todo, hablamos de poder. Porque, dentro de su revolucionaria concepción del poder, Isabel y Fernando fueron más allá de la religión, subordinando a los nobles, uniendo los reinos de Castilla y Aragón, controlando todos los impuestos… En el Juego de Tronos de la Península Ibérica, sin duda, vencieron los Trastámara. Aunque luego fueran engullidos por los Austria.
¿Hay límites?
Pretender ocultar de nuestra Historia a un personaje como Abderramán III, que fue el gran personaje de su tiempo y el impulsor de todo un torbellino de cultura, es un claro ejercicio de desmemoria histórica. Además de muy peligroso… Porque, si el legendario califa de Córdoba no es ejemplo de “buen español” por ser “moro” (un moro, por cierto, que era pelirrojo y de piel blanca como la leche), ¿llegará un mañana en que se nos pida borrar de nuestra memoria a un Federico García Lorca o a un general Riego por no ser “símbolos con los que todos los vecinos nos sintamos identificados”?
PD: A todo esto… ¿Conocerá el concejal de Vox la historia del rey de León Sancho I, conocido como ‘El Craso’ por su increíble gordura? Esta era tal que, a los dos años de ser rey, en el año 958, los nobles de su reino le cesaron por “incapacitado”, nombrando sucesor a Ordoño IV. ¿A quién acudió el bueno de Sancho…? Sí, al todopoderoso califa de Córdoba, Abderramán III. Tras ponerle un médico suyo a dieta, acudió con sus huestes a León y le devolvió al trono. ¡Caramba, un califa ayudando a un rey cristiano! Curiosa noción de Reconquista…