Para la mayoría del clero anglicano, excepto quizás para algunos obispos que aspiran a la primacía de la Iglesia de Inglaterra, ser Arzobispo de Canterbury es un trabajo imposible. Suceder a Justin Welby no debería ser una excepción. Presionado por la opinión pública y por todo un sector de su clero tras las revelaciones sobre la mala gestión de los casos de violencia física y sexual perpetrados por John Smyth, un laico implicado con jóvenes que murió en 2018, el arzobispo de Canterbury dimitió el 12 de noviembre. Permanecerá en el cargo hasta el 6 de enero de 2025, antes de ceder el testigo al arzobispo de York, Stephen Cottrell, segundo metropolitano inglés.
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Al convertirse en el primer Arzobispo de Canterbury obligado a ceder su cargo, Justin Welby deja a su sucesor una serie de retos y una Iglesia de Inglaterra en crisis. El informe Makin, que le costó el puesto, sacó a la luz la omertá del episcopado anglicano sobre el tema de la violencia sexual, y convirtió esta cuestión en la prioridad central que deberá abordar el próximo primado de la Iglesia de Inglaterra. Y ello a pesar de una serie de medidas adoptadas en los últimos diez años, en particular en las parroquias, que ahora cuentan con un responsable dedicado a esta cuestión y en las que tanto los laicos como los sacerdotes están obligados a recibir formación cuando trabajan con jóvenes.
Luchar contra la violencia sexual
“Esta investigación ha puesto de manifiesto el número de personas que estaban al corriente” de la violencia perpetrada por John Smyth en las colonias de vacaciones cristianas, explica Rémy Bethmont, profesor de la Universidad París 8 y especialista en anglicanismo. “Pero eso no significa que sea una sorpresa. La dimisión de Justin Welby muestra la necesidad de un cambio de cultura en el episcopado, con la necesidad de un arzobispo creíble para abordarlo. También obligará a toda la jerarquía a actuar.
Lo que está en juego es aún mayor porque Justin Welby podría ser sólo la primera ficha de dominó en caer tras el informe Makin. Ya se ha pedido la dimisión del arzobispo de York, de quien también se alega, en menor escala, falta de discernimiento en casos de violencia sexual. Y otras figuras prominentes aún en funciones son mencionadas en el informe en diversos grados de responsabilidad: Stephen Conway (entonces obispo de Ely), Paul Butler (obispo de Durham), Martin Seeley (obispo de St Edmundsbury e Ipswich). El Secretario General del Consejo del Arzobispo de Canterbury y del Sínodo General de la Iglesia de Inglaterra, William Nye, también ha sido criticado durante diez años por faltar a su responsabilidad de actuar en casos de abusos.
El sucesor de Justin Welby tendrá que abordar la cuestión de las sanciones con mayor profundidad. La Iglesia es juez y parte en su propio tribunal”, señala Stephen Bates, antiguo corresponsal de asuntos religiosos del diario inglés The Guardian. Ahora muchos exigen la creación de un tribunal independiente que examine la cuestión de la protección, con manos libres para el trabajo de expertos externos”.
La credibilidad de la Iglesia de Inglaterra está en juego en este asunto, y la inacción podría acelerar una secularización que ya está muy avanzada. El número de bautismos y de ordenaciones sacerdotales cae en picado en toda la Mancha. Aunque en los dos últimos años se ha producido un ligerísimo repunte en la asistencia semanal a los oficios religiosos (de unos 605.000 a 684.000 entre 2021 y 2023), ésta se ha reducido a la mitad en comparación con los 1,2 millones de principios de la década de 2000.
Bendición a parejas del mismo sexo
A la crisis de confianza se suman las disensiones internas de la Iglesia, así como las divisiones entre clérigos y fieles de distintas convicciones. En su escritorio del palacio de Lambeth, la espinosa cuestión de las bendiciones para las parejas del mismo sexo estará en lo más alto de la pila que espera al próximo arzobispo de Canterbury. “Se ha elaborado la liturgia, pero todavía no se puede utilizar porque no debe ser en ningún caso contraria a la doctrina del matrimonio”, que no se ha podido cambiar por falta de mayoría suficiente en el Sínodo General, señala Rémy Bethmont.
Para el académico, “los evangélicos conservadores (opuestos a esta apertura, nota del editor) podrían demandar a los sacerdotes que la utilicen o a los obispos que la autoricen, argumentando que representa una alteración de facto de la doctrina del matrimonio. Piden una forma de separación de los obispos liberales en esta cuestión. Se tratará de encontrar la fórmula institucional que satisfaga a los evangélicos, que les dé un nicho hermético contra lo que consideran herejía sin apartarse de la institución. Este es el mayor desafío institucional al que se enfrenta la Iglesia de Inglaterra desde la ordenación de las mujeres”.
Unidad difícil
En los últimos meses, un número creciente de voces evangélicas se han opuesto a esta medida, reclamando una provincia autónoma. Poco antes de su dimisión, varias personalidades ya habían pedido la marcha de Justin Welby, después de que éste dictaminara que las relaciones sexuales “en una relación duradera”, ya fueran heterosexuales u homosexuales, no constituían pecado. Será difícil mantener a la Iglesia unida y avanzando en la misma dirección”, anticipa Stephen Bates. Ciertas franjas del clero no aceptarán el gobierno de un arzobispo de una corriente diferente. Estas disputas han minado el trabajo de los dos o tres anteriores”.
Dentro del clero, otra línea de fractura surgida durante el mandato de Justin Welby podría afectar a su sucesor, entre la rama evangélica, de la que procede el arzobispo saliente de Canterbury, y los anglocatólicos (más tradicionales, que dan más importancia a la liturgia y los sacramentos).
Para frenar la secularización, “las reformas eclesiásticas se han centrado en las “iglesias recurso”, generalmente evangélicas, con una obsesión numérica, a veces en detrimento de las parroquias ordinarias. La trayectoria gerencial emprendida por la Iglesia de Inglaterra no ha sido recibida positivamente por todos”, observa Rémy Bethmont, que ve en estas oposiciones el “ADN anglicano”. Desde el momento en que se tolera la pluralidad interna, surgen desacuerdos profundos y a veces violentos”, añade. En realidad, Justin Welby ha tenido una influencia más bien pacificadora” a pesar de las crisis.
“Las parroquias tradicionales se quejan de que han sido abandonadas por el episcopado”, coincide Jane Stranz, antigua responsable de ecumenismo de la Iglesia Protestante Unida de Francia, que sigue dialogando con los anglicanos. Para la pastora inglesa, el contexto actual de la Iglesia de Inglaterra exigirá al próximo inquilino del palacio de Lambeth “un gran trabajo pastoral para curar las heridas y restablecer la confianza”. “Llevará mucho tiempo”, afirma. “Y tendrá que hacerse en un contexto de crisis financiera y de cuestionamiento del lugar de la Iglesia de Inglaterra dentro del Estado”.
*Artículo original publicado en La Croix, ‘partner’ en francés de Vida Nueva