Tribuna

Adiós a Miguel Ángel Ayuso, un misionero de a pie

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“Cuando yo hablo, el Papa escucha”, me decía cariñosamente un día el cardenal Miguel Ángel Ayuso, fallecido este 25 de noviembre, en Roma, a causa de sus interminables problemas cardíacos.



No tenía ninguna intención de presumir ni de mostrar ninguna rivalidad con el Santo Padre; simplemente, lo decía para poner de manifiesto la humildad de Francisco delante de quien era un gran especialista en temas de diálogo interreligioso, especialmente con el islam. El cardenal Ayuso acompañó al Papa en muchos viajes de índole interreligiosa y, debido a su gran conocimiento de la lengua árabe, era él que llevaba el peso de la conversación, que se convertía en diálogo fraterno y constructivo, del que era un firme creyente.

Juventud compartida

Conocí al cardenal Ayuso cuando éramos jóvenes, por los años 1974-75, y estábamos en las primeras etapas formativas de nuestros estudios de filosofía y teología en los Misioneros Combonianos. Era un estudiante machaconamente sistemático y organizado, con sus apuntes, bolígrafos, cuadernos, libros en perfecto orden encima su mesa de estudio. No faltaba nada y no sobraba nada.

Desde muy joven, mostró un gran interés por el conocimiento de la lengua árabe y por el estudio de su cultura. Le recuerdo viajando cada día en el transporte público en Roma para asistir a clase en la Pontificia Universidad Urbaniana, donde, a un cierto punto, se sacaba del bolsillo unas pequeñas tarjetas; por un lado, estaba escrita una palabra en castellano, y, en el reverso, en árabe. Miraba un lado y se aseguraba de que sabía la traducción exacta comprobando el reverso de la tarjeta.

En una vieja moto Lambretta

Recuerdo en cierta ocasión, en nuestra primera etapa de estudios filosóficos, que cada sábado y domingo acudíamos juntos para nuestro trabajo pastoral a la parroquia de La Pobla de Farnals, en Valencia. El viaje lo hacíamos con una vieja moto Lambretta. Un sábado, en lugar de regresar al seminario en nuestro horario habitual, después del apostolado en la parroquia, nos procuramos un par de bocadillos y nos marchamos a unos 20 kilómetro lejos del seminario y allí, en un bar de camioneros, nos tomamos los bocadillos, con una cerveza. ¡Qué bien que lo pasamos! Y cuánta amistad tejimos entre los dos con esta y otras muchas anécdotas. Sin informar a nuestros formadores, teníamos la conciencia tranquila de haber podido hacer cosas importantes.

A los que le conocíamos no nos extrañó que, cuando acabó sus estudios de teología, frecuentara una especialización en el PISAI (Pontificio Instituto de Estudios Árabes e Islámicos). Tampoco que, al cabo de unos años (2006-2012), terminara siendo rector de dicha Universidad.

Cardenal Miguel Ángel Ayuso. Foto:e 'Mundo Negro'.

Una inmensa aportación

Queda en su haber el denso trabajo de diálogo, reflexión y fe sobre el ‘Documento sobre la Fraternidad Humana’, firmado en febrero de 2019 por el papa Francisco y por Ahmed el-Tayeb, el gran imán e la mezquita Al-Azhar de El Cairo, y que marcó un hito en el trabajo del diálogo interreligioso.

Sus compañeros de camino misionero lo recordamos con mucho cariño, por su remarcable simpatía, facilidad en crear historias simpáticas y su fino sentido del humor, con el que creaba un ambiente cordial y abierto. Sí, nos hacía reír y mucho. Lo pasábamos bien escuchándole y estamos seguros que Miguel Ángel también estaba a gusto con nosotros. Pero, en sus conferencias, liturgias y actos públicos, sabía guardar las formas, sin dejar nunca esta dimensión humana que imagino que pudo labrar en sus años como misionero en Sudán y en Egipto.

En sintonía con san Daniel Comboni

El día de su consagración episcopal en Roma, el 19 de marzo de 2016, me dijo: “Yo sigo siendo misionero comboniano y al servicio de la Iglesia de Cristo”. San Daniel Comboni seguro que sintoniza con sus trabajos de diálogo interreligioso, con su simpatía y con su saber hacer las cosas bien y en nombre de la Iglesia. Miguel Ángel, descansa en paz.

Foto: Javier Fariñas / ‘Mundo Negro’.