Entre las confidencias que el gran conversador don Antonio Montero compartió conmigo, no podía faltar que me contara la fundación de PPC, donde nace Vida Nueva al servicio de la transmisión de la fe y del humanismo cristiano. Las motivaciones que los movió, la vocación que los unió y los nombres de sus compañeros en esa maravillosa aventura me son sobradamente conocidos, así como los primeros pasos, vacilantes e ilusionantes, de esta aventura editorial y pastoral.
- LEER MÁS: Adiós a Antonio Montero, el primer director de Vida Nueva
- LEER MÁS: Antonio Montero será enterrado el sábado 18 de junio en Mérida
- LEER MÁS: José María Gil Tamayo: “Antonio Montero es un apóstol de la comunicación”
- TRIBUNA: Don Antonio Montero y el arte de propagar vida nueva. Por José Beltrán
- TRIBUNA: Operación Montero: llevar la palabra del Concilio a la Iglesia española
- ENTREVISTA: Antonio Montero: “Vida Nueva nunca ha querido ser la voz oficial de la Iglesia, sino una voz de Iglesia”
- PODCAST: Sinodalidad sin aditivos
- ¿Quieres recibir gratis por WhatsApp las mejores noticias de Vida Nueva? Pincha aquí
- Regístrate en el boletín gratuito y recibe un avance de los contenidos
De un modo especial, conocí de cerca las gestiones que tuvo que hacer en una etapa de transición, en la que don Antonio se quedó como administrador único de aquel precioso sueño que nació en ese grupo de grandes hombres, tras el Concilio Vaticano II. Fue tenaz y sabio, sin dejarse vencer por el desaliento, hasta dejar encauzado lo que había nacido como un servicio a la fe de los más sencillos. Aún recuerdo su descanso y alegría contenida al dejarlo todo asociado a la Editorial SM.
Lector voraz
Soy testigo de la atención que prestaba a todo lo que se publicaba; eran para él como criaturas propias, que nacían al servicio de la formación cristiana y la evangelización. Entre lo que le llegaba de esa nueva casa, esperaba, con especial y semanal preferencia, la que era la niña de sus ojos. En su particular modo de recibir la correspondencia, se solía parar cuidadosamente, artículo a artículo, con Vida Nueva. La leía con mimo paterno y tengo la impresión de que un hombre tan inteligente y brillante en el decir, por escrito o de palabra, perdía a veces ante ella el sentido crítico, como le suele suceder a todo creador. Todo lo veía bueno de su criatura.
Poco importaba que, en ocasiones, Vida Nueva se mostrara menos fiel a sus raíces. Don Antonio seguía manteniendo hacia ella la mirada amorosa de quien la creó y la vio crecer. Seguramente hubo detalles que no le gustaron. Es posible; pero nunca los manifestó. Yo recuerdo que leía todo con amor y respeto, como un buen padre y como un hombre grande que sabe mirar con sentido del tiempo, ese que pone a cada cosa en su sitio. La revista, que nace para la difusión abierta y plural de la cultura cristiana, que leen papas, arzobispos y obispos, sacerdotes, consagrados y laicos del mundo entero de habla hispana, tiene en este santo y sabio obispo su origen y su inspiración. Gracias, don Antonio por el bien que nos ha hecho.
*Así recordaba el obispo emérito de Jaén al arzobispo emérito de Badajoz en sus 50 años de ordenación (2019)