Tribuna

Ante el suicidio: dolor, impotencia, amor y cuidado

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Necesito escribir… Esta mañana me he levantado para salir a andar y respirar aire limpio de amanecer junto al guadiana envuelto en cielo azul, reflejo de luz solar en sus aguas, lleno de paz y armonía. Pero me viene a la memoria el quehacer de hoy y las actividades que tengo que organizar y celebrar, se me empaña el corazón al pensar en la hora del mediodía, hoy tengo que celebrar las exequias de una persona que ha decidido acabar con su existencia, el rigor del suicidio. No sé quién es, me han dicho que joven, voy pensando en que me acercaré y estaré con la familia para situarme y poder celebrar desde su momento y sus circunstancias. Pienso en posibles claves para la predicación que puedan ser de evangelio y de luz en ese momento de dolor inmenso. Siento el contraste de la luz, la armonía, a la vez, que la ruptura, la muerte, el dolor. Los contrastes de la vida misma.



La plaga del suicidio: del dicho al hecho

Recuerdo con en los últimos días hemos estado hablando en nuestro centro de escucha sobre el tema del suicidio. Las noticias nos dicen que son diez personas las que diariamente acaban con su existencia voluntariamente en España, más de tres mil quinientos al año, una de las mayores causas de mortalidad, más que los accidentes de tráfico. Muchos de ellos jóvenes.

De la noticia al hecho va mucho trecho, así lo siento cuando me acerco al tanatorio y me encuentro por primera vez con los padres de este joven, quiero estar con ellos y recibir el eco de su dolor y su angustia en este momento. Me cuentan e informan, tiene treinta y dos años. Joven vitalista, cariñoso, rodeado de amigos, deportista, amigo de los animales, trabajador, años en el ejército y después, por deseo propio desde niño y joven, guardia civil. Participó en nuestra parroquia donde hizo la comunión, la confirmación, sentía la fe y no olvidaba los lazos de unión con sus compañeros y su catequista.

Normalmente no bebía, nunca dio un disgusto a sus padres. Hace menos de una semana estuvo diez días de vacaciones de con sus padres, feliz, les decía que no le importaría vivir siempre con ellos, les regaló sendas tazas con mensajes: madre solo hay una, pero tú eres única… tu eres el mejor padre del mundo. Los abrazó. Se marchó a su destino para cambiar sus enseres a un nuevo destino, pasando de Castilla a Extremadura. En una noche de fiesta, se rompió su vida para siempre a las siete de la mañana. No hay lógica ninguna, no se aprecia razón posible. Pero ya se ha ido y eso es radical para siempre.

Dolor radical: padres, compañeros y amigos

El dolor es insoportable, a mí mismo me rompe, estar a solas con sus padres, lloramos al ver su foto. Pero me impresiona la postura de ellos, aún en medio del dolor, estamos rotos, pero ha sido el mejor regalo del mundo que Dios nos ha podido hacer, estos treinta y dos años han sido únicos, especiales, llenos de vida y de amor, imposible no agradecer. Y piden a Dios que lo cuide, él se lo dio y ahora se lo “ha llevado”, que siga haciéndolo feliz, y que a ellos les de fuerzas para superar este duelo, este dolor, este vacío que tendrán que vivir. Entre ellos se quieren desde hace más de cuarenta años y ahora se van a querer y cuidar más en el dolor no esperado, trágico.

Y siento como se encuentran la impotencia y el amor, el dolor y la oración, la destrucción y la fe, la muerte y el verdadero sentido de la vida. Al salir me encuentro a algunos de sus amigos, me abraza un conocido y siento su dolor, su ruptura interna, era el que más nos unía y convocaba al grupo que nos conocíamos desde pequeños. Ahora tenemos que seguir unidos, lo dice con lágrimas. También dolor, amor e impotencia, pero con deseo y ruego de permanencia. Saber vivir sin él, pero con su presencia en la ausencia. Todo un misterio de verdad y amistad.

Una clave y unos retos desde este dolor mortal

Me quedo con esta clave, sencilla, ante la muerte y el dolor sólo nos queda el cuidado y la ternura. Los padres me piden que manifieste el agradecimiento total a lo que están sintiendo de protección y cariño en este momento tan duro por conocidos y desconocidos, que agradezcamos todo lo bueno que han vivido con él, todas sus relaciones y amistades.

Quizá no haya otra respuesta ante la destrucción, la muerte y el suicidio. Quizá el camino de prevención tenga que ser que todos aprendamos de cada muerte, de cada tragedia personal y nos dejemos interpelar por cuestiones fundamentales:

  • No vale vivir de prisa, con la enfermedad de la rapidación que nos quita nuestro yo. Aprendamos a vivir con profundidad cada momento, cada día, cada relación, porque esa será nuestra huella definitiva. Somos como la hierba del campo que hoy es y mañana no es.
  • La seguridad de lo humano no está en lo externo, ni en el éxito, sino en la interioridad de cada ser humano, en su alma, y desde ahí en la capacidad de amar y ser amado.
  • La felicidad es una tarea interior y debe ser trabajada cada día. No hay más felicidad en recibir que en dar. El hombre feliz es el que se da y se entrega en el deseo de facilitar la vida a los demás.
  • No merece la pena tener que esforzarse y luchar por parecer fuertes siempre en la vida. Todos somos débiles, todos necesitamos de todos, la fuerza no está en el yo o en el tú, sino en el “nosotros”, gastemos nuestra vida en construir un nosotros lo más grande posible.
  • La salvación no está en ser el mejor, el más grande, el más exitoso, sino ser lo mejor que yo puedo ser, tener mi propia identidad, mi mejor imagen desde mi interior.
  • Que no sea la diversión sin luces la que lleve nuestra vida, sino que sea nuestra vida, nuestro trabajo, nuestra familia, nuestros amigos, nuestra naturaleza la que nos haga divertidos y nos ayude a descansar y gozar de la paz y de la armonía.
  • Que nuestra sociedad no frustre y sepa llenar de ideales y de esperanzas a los jóvenes de hoy.

Cruz Madera Papel

 Y oramos al Padre

Hoy estamos confundidos y desorientados, rotos por la impotencia en medio de un amor auténtico. Necesitamos tu luz, el faro de la existencia, que nos oriente para que no perdamos el horizonte último. Tu eres el creador, el padre amoroso de la vida de Fernando, ayúdanos a entender que tu hijo Jesús, el mejor amigo, ha estado con él en este trance y lo ha acompañado a la vida, a la gloria, a la alegría eterna, al amor inacabado y pleno.

Mientras tanto, ayúdanos a querernos entre nosotros, a vivir su ausencia en la presencia de sus dones y sus valores, que en nosotros quede la huella de lo mejor que él vivió y sepamos ser fieles a todo lo bueno que había en él y que era imagen de Cristo, en quien creía y a quien rezaba. Ayúdanos a querer, amar y cuidarnos ante la impotencia y el dolor de la muerte inesperada del ser amado. Pedimos especialmente por todos los que llegan a la muerte en momentos de desesperación y desorientación total. Llévalos a tu gloria por los siglos de los siglos.