Nunca he pedido dinero. Y me hubiera gustado poder seguir sin hacerlo. Pero déjame que te cuente por quién estoy luchando hoy. Amel (este nombre ficticio significa “esperanza” en árabe) tiene 51 años y vive en Argelia. En la adolescencia fue abandonada por su familia, que prefirió guardar a su hermano. Su familia adoptiva sufrió la violencia terrorista de los años 90. Habiendo dejado la escuela a medias, siguió una breve formación en contabilidad y sacó unas oposiciones… en la escala más baja de la administración. Gana 170 euros al mes. Animada por sus compañeras de trabajo, preparó y consiguió el ingreso en la universidad, donde obtuvo una licenciatura en Derecho Administrativo.
- PODCAST: Un soplo de esperanza informativa
- Regístrate en el boletín gratuito y recibe un avance de los contenidos
Amel vive desde hace más de 15 años en el recinto de su trabajo, en una habitación prestada. Pero, con su edad, debe buscar otro alojamiento. Sin embargo, en Argelia es muy difícil para una mujer soltera conseguir que le alquilen un piso. Siempre se imagina la gente que una mujer sola es necesariamente una “mala mujer”. Además, aquí la norma es que hay que pagar un año de alquiler por adelantado. Y, a fin de cuentas, un alquiler siempre es “tirar el dinero”. Junto a otras personas estamos tratando de comprarle un pequeño estudio de dos habitaciones.
Leal y generosa
¿Qué tiene de especial esta mujer para que escriba esta carta en su favor? La conocí en 2009 en una institución de la Iglesia donde, a pesar de todo lo que le ha pasado, Amel ayudaba en lo que podía. Desde el principio me llamo la atención su mirada triste y que siempre estaba sola. Es difícil para ella ver los aspectos positivos de su vida: su lealtad y generosidad; su capacidad para trabajar seriamente (sacó la selectividad, la licenciatura y los test para preparar la especialidad; además de haber aprendido francés e informática prácticamente sin ayuda).
Su situación empieza a ser crítica. La habitación que ocupa se la debe a la benevolencia del director, que puede ser cambiado en todo momento… Como no está casada, no puede esperar ser tratada con respeto por los hombres. Con la edad que tiene, tampoco puede ir a los pocos centros que existen para “jóvenes”…
Un caso cercano
Sinceramente, su caso no es peor que el de otras muchas mujeres, pero me es muy cercano y no os escondo que es una persona de la que he aprendido mucho. Me gustaría poder arreglar en mi vida por lo menos un problema definitivamente. Pero encontrar los 5.000 euros que faltan no es nada fácil.
Yo solo no puedo. Con la crisis actual, no es buena hora para empezar a hacer colectas. Pero me he liado la manta a la cabeza y estoy escribiéndote con la loca esperanza de permitir que Amel pueda afrontar el resto de su vida con dignidad e independencia. Eso es lo que significa, para una mujer sola, tener casa.
Un milagro por Navidad
Sea cual sea tu reacción al leerme, solo te pido, te suplico, que hables de Amel a tu alrededor o que le pases esta carta a alguien de tu entorno. Tal vez esa persona tenga alguna idea. Te dejo… con la ‘esperanza’ (Amel) de que el milagro se produzca en Navidad.
Quien desee ayudar, puede escribirme a este correo: cantalrivas@hotmail.com
Es posible hacer un ingreso a través de los Padres Blancos y solicitar, a través de un correo (paes@planalfa.es), un recibo que te servirá para desgravar en la declaración de la renta. La cuenta es: Misioneros de África, Padres Blancos TARGO BANK (O’Donnell/28009 Madrid). IBAN ES79 0216 0251 5706 0009 6836. No olvides mencionar: “Para proyecto Amel – P. Cantal”.
*José María Cantal Rivas es misionero en Argelia.