El pasado domingo, 4 de agosto, durante la oración del ángelus, el papa Francisco exhortó a los venezolanos a buscar la verdad: “Dirijo un llamamiento sincero a todas las partes a buscar la verdad, a ejercer la moderación, a evitar cualquier tipo de violencia, a solucionar los conflictos a través del diálogo, a tener en cuenta el verdadero bien de la población y no los intereses partidistas”.
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¿Cuál verdad nos pide el papa Francisco buscar? No creo que sea la verdad electoral, ya que esta es conocida por la comunidad nacional e internacional. Verdad que sustentó el apoyo del Vaticano al reclamo para que se verificara el proceso electoral expuesto ante la OEA.
Monseñor Juan Antonio Cruz Serrano actuó en el Consejo Permanente de la OEA, celebrado en Washington, donde “constató la vocación democrática del pueblo venezolano, demostrada en la masiva, activa y cívica participación de todos los venezolanos en el proceso electoral”. De tal manera que, a mi juicio, el papa Francisco se refería a una verdad mucho más profunda y, si se me permite la afirmación, definitiva.
¿Qué es la verdad?
En la audiencia general del 14 de noviembre de 2018, el papa Francisco afirmó que “vivir de comunicaciones que no son auténticas es grave, porque impide las relaciones y, por lo tanto, el amor. Donde hay mentira no hay amor. No puede haber amor”. La verdad no es solamente una correlación lógica que reconoce una realidad verdadera de una aparente, sino que, más allá de eso “la verdad es la revelación maravillosa de Dios, de su rostro de Padre, y de su amor sin límites. Esta verdad corresponde a la razón humana, pero la supera infinitamente porque es un don derramado sobre la tierra y encarnado en Cristo crucificado y resucitado”, señala el Santo Padre.
No solo se trata de lo que se dice, sino –y algunas veces más determinante– de lo que expresa el hombre con gestos, actitudes, incluso silencios y ausencias. Los seres humanos hablamos con todo lo que somos y “vivimos comunicando y estamos continuamente en equilibrio entre la verdad y la mentira”. Presentarse como cristiano y hablar de la verdad implica preguntarse “qué verdad atestiguan las obras de los cristianos, nuestras palabras, nuestras elecciones. Los cristianos no son hombres y mujeres excepcionales. Son hijos del Padre celeste, el cual es bueno y no decepciona, y mete en los corazones de sus hijos el amor por los hermanos”, señaló.
Hablar con el corazón
Hay afirmaciones que pueden ser tomadas como superficiales o tibias, pero no nos tomamos el tiempo para meditar en ellas y comprender la profundidad que revelan. En el mensaje del papa Francisco para las 57 Jornadas Mundial de las Comunicaciones Sociales, esgrimió la posibilidad abierta para todos los hombres de hablar con el corazón, ya que, no solo se trata de la instancia más íntima y profunda de todo ser humano, sino que tendría que ser la fuente del silencio donde las palabras se tejen. Además, expresa el Santo Padre, que es el corazón el que nos mueve a ir, ver y escuchar; “y es el corazón el que nos mueve a una comunicación abierta y acogedora.
Tras habernos ejercitado en la escucha —que requiere espera y paciencia, así como la renuncia a afirmar de modo prejuicioso nuestro punto de vista—, podemos entrar en la dinámica del diálogo y el intercambio, que es precisamente la de comunicar cordialmente. Una vez que hayamos escuchado al otro con corazón puro, lograremos hablar en la verdad y en el amor”.
Hablar con el corazón implica abrirnos a la verdad de una gratuidad fraterna que transforma la existencia es una permanente acogida y no en un comercio ansioso que siempre mide lo que da y lo que recibe. Una existencia de mirada amplia que permite reconocernos en un bien mayor que beneficie a todos. Implica, además, quebrar esa inclinación moderna del ser humano a encerrarse en la inmanencia de su propio yo. Cuando el papa Francisco nos exhorta a buscar la verdad nos está pidiendo entender y comprender que un camino distinto a ella rompe la fraternidad quebrando deliberadamente el espíritu del Padrenuestro. Paz y Bien, a mayor gloria de Dios.
Por Valmore Muñoz Arteaga. Profesor y escritor. Maracaibo – Venezuela