Mama Antula, una figura para profundizar y venerar
Una absoluta y total desconocida. Sin embargo su vida no pasó de largo y dejó huellas que todo cristiano debería conocer. ¿Por qué tan poca difusión tuvo su imagen? ¿Qué fue lo que hizo? ¿Qué es lo que hoy hace que se empiece a hablar de ella si en más de 300 años nunca se ha dicho mucho?
Si mencionamos a María Antonia de Paz y Figueroa, seguramente la ignoremos. Si decimos María Antonia de San José, directamente ni la conozcamos. Pero si decimos Mama Antula, quizás alguna de estas palabras nos resuenen. Sucede que así es como se la conoció popularmente a esta mujer que en pleno siglo XVIII optó por la Vida Consagrada, pero fuera del convento.
Ferviente devota de san Ignacio de Loyola –porque los jesuitas de Santiago del Estero se lo hicieron conocer– y gran admiradora de su prédica y su filosofía de vida, profundizó la vida y obra de esta santo español, pero no lo hizo por mero placer en su tiempo libre, sino porque decidió que la tarea más importante de su vida sería la divulgación y la puesta en práctica de los ejercicios espirituales ignacianos.
El actual obispo de Santiago del Estero, Vicente Bokalic, resumió este aspecto de la vida de Mama Antula de forma clara y concisa: “María Antonia, madre espiritual del Cura Brochero, propagó el carisma de san Ignacio de Loyola, un bien que la Iglesia no podía perder”.
Mama Antula se consideraba “heredera” de la Compañía de Jesús. Así se lo confesaba a Gaspar Xuárez, el sacerdote jesuita que la escuchaba, la instruía y la orientaba, no solo en temas espirituales, sino también en cuestiones humanas y sociales. De esta manera, a ella se le iba allanando el camino, según la voluntad de Dios y la guía del Espíritu.
“María Antonia se formó con los jesuitas, conocía en profundidad lo que significaban los ejercicios espirituales en la fe y también en lo moral y en las costumbres. Por eso, ella se fue del campo a la ciudad y su objetivo era Buenos Aires: quería llegar al corazón del Virreinato del Río de la Plata para evangelizar sus costumbres”, relata Zulema Zayas, madre general de la Sociedad de las Hijas del Divino Salvador, la orden que Mama Antula fundó.
Heredera ignaciana
María Antonia de Paz y Figueroa (Santiago del Estero, 1730 – Buenos Aires, 1799) desciende de una ilustre familia de conquistadores y gobernantes. Hija de Francisco Solano de Paz y Figueroa y de Andrea de Figueroa, pasa su infancia en el campo junto con sus tres hermanas, en las áridas tierras santiagueñas. Allí entra en contacto con los pueblos originarios del lugar y empieza a foguear su personalidad en la sensibilidad por los más necesitados y por el amor al prójimo.
Con tan solo 15 años de edad, y siendo portadora de un rostro muy bonito y de unos ojos del color del cielo –lo que hace pensar que seguramente tenía varios pretendientes–, decide que su camino sería la consagración a Dios. Allí es donde elige el nombre de María Antonia de San José. Lo más novedoso de la época fue que no existía el trabajo de las mujeres religiosas fuera de los conventos. Sin embargo, Mama Antula decide vestir el hábito negro y, junto a un grupo de mujeres que la siguieron, comenzar a vivir como beata (lo que hoy se llama laica consagrada) de manera activa, en las calles, en medio de la sociedad, muy machista por cierto.
La historia cuenta que el rey Carlos III tenía un temor superlativo por los jesuitas que se movían por el Virreinato del Río de la Plata. Ellos tenían una gran llegada a la gente, no solo por la prédica espiritual sino por la educación de los niños, la formación de los adultos y la promoción social. Estas acciones podían llegar a debilitar al poder real. Por eso, el 2 de abril de 1767, el rey promulgó una de ley para expulsar del Imperio Hispánico a los padres jesuitas. Bokalic explica que aquella sanción “produjo un proceso de desintegración espiritual y fue el suceso político-religioso más resonante de la América Española del siglo XVIII. María Antonia de San José, con los permisos de las autoridades de entonces obtenidos después de pasar por toda clase de disgustos, resultó heredera de las enseñanzas de san Ignacio de Loyola”.
“Así –continúa el obispo de Santiago del Estero– se va perfilando como la Beata de los Ejercicios, iniciando su futuro recorrido evangelizador que comienza en Córdoba. Luego, por más de 300 leguas [unos 1500 kilómetros], de a pie, va hacia Buenos Aires, protegida por un pequeño grupo de acompañantes y por el Espíritu Divino para lograr cumplir su penitencia a través de tan inmenso itinerario”.
Ese largo caminar se cree que duró unos tres meses, y finalizó en la Iglesia de la Piedad. Mientras dura su estadía en Buenos Aires, alquila distintos locales y promueve los ejercicios espirituales en ellos.
La hermana Zayas opina que Mama Antula “es una mujer en salida, como diría el papa Francisco”. Y agrega: “Ella vio la expulsión de los jesuitas, vio la orfandad y necesidad de Dios en la gente y salió a peregrinar. Creo que la audacia y la fortaleza son las principales características que hicieron sobresalir su figura como mujer. Pensemos que en la época en que vivió las mujeres no tenían una presencia muy sobresaliente en la sociedad. Sin embargo, María Antonia es la mujer evangelizadora, la mujer cristiana; siendo laica, se consagra a un carisma, a una obra y a una misión”.
“Su contribución mayor la constituye la creación, en 1795, de la Santa Casa de Ejercicios en Buenos Aires, hoy Monumento Nacional, cuya obra continúa en manos de la Sociedad de las Hijas del Divino Salvador”, relata Bokalic.
Pueblo de gente sencilla
Luego de que la Santa Sede anunciara la beatificación de María Antonia de Paz y Figueroa, la diócesis de Santiago del Estero se llenó de alegría. Es que se decidió que esa ciudad sea la sede de la ceremonia del 27 de agosto en que el cardenal Angelo Amato, en nombre del Papa, leerá el decreto en que se nombrará formalmente beata a Mama Antula.
Será un acontecimiento fuera de lo común al extremo. Se calcula que miles de peregrinos presenciarán ese momento histórico para la Iglesia argentina.
“Este es un regalo de Dios y un regalo del Santo Padre para nuestro pueblo sencillo de Santiago del Estero, por su humildad, por su mansedumbre, por su tenacidad en medio de tantas situaciones adversas”, confesó el obispo Bokalic. Y en seguida aseguró: “Esta mujer santiagueña, no se acobardó ante las distancias y la escasez de recursos con que contaba y con modestia, humildad y constancia soportó humillaciones y prejuicios (fue tratada de ebria, loca, fanática y hasta de bruja). Ante el ferviente deseo de la mayor gloria de Dios y el bien de las almas venció toda dificultad con la firmeza de su carácter, la intrepidez de una santa y el valor de una mártir”.
Santiago del Estero, es una provincia situada en la región del noroeste argentino. Tiene una población de casi 900 mil habitantes distribuida en una superficie de 136 mil kilómentros cuadrados. Su clima caracterizados por temperaturas bastante extremas con cada vez menos precipitaciones –a causa del cambio climático que padece el mundo–, hace que la sequía sea una constante en el paisaje. Por esas tierras áridas que hoy caminan los santiagueños –y que el próximo 27 de agosto pisarán miles de peregrinos–, caminó Mama Antula. Seguramente, caminar esas tierras hoy, conociendo que allí dejó sus huellas la futura beata, será un momento para dejarse iluminar por Dios para que el peregrinar de los cristianos sea una verdadera experiencia de misión y de entrega.
ROXANA ALFIERI