Tribuna

Camino de Santiago: pasos en el suelo firme y estable de lo sagrado

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Sal de tu tierra, el Apóstol Santiago te espera. Este es el lema que desde el pasado 31 de diciembre, cuando se abrió la Puerta Santa de la Catedral, busca orientar al peregrino en este Año Santo Compostelano 2021-2022. El peregrino sale de su entorno, de su comodidad, de su zona de seguridad y se abre a lo no previsto que Dios dispone. Como hizo en su día Abrahán, Moisés, y el propio Apóstol Santiago, va descubriendo cada día un horizonte nuevo, sabiendo que el mañana reflejará la esperanza del hoy, encontrando el sentido de su vida.



La fe motiva al peregrino, la esperanza le sostiene a lo largo de la peregrinación y la caridad le hace salir de sí mismo para ir al encuentro de Dios y de los hermanos. El verdadero valor del camino de Santiago consiste en ser una ruta para la dimensión espiritual que se revela a desaparecer bajo la asfixia de la inmanencia.

En mi Carta Pastoral sobre el Año Santo Compostelano decía que “el Camino de Santiago es un camino de trascendencia en el que se descubre que cada lugar, cada persona, encierra una hondura sacramental inesperada. Los esfuerzos y sacrificios de la peregrinación, las relaciones fraternas entre los peregrinos y quienes les acogen, provocan la lectura de un significado que enmudece la cultura pragmática y la realidad de lo inmediato en la que vivimos”.

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Esa es la identidad cristiana de la peregrinación al sepulcro del Apóstol, y así es la radicalidad de la entraña espiritual que lleva a caminar por esta ruta de estrellas, en la que Cristo resucitado es el verdadero lucero de cada amanecer, “que no conoce ocaso”. A medida que el peregrino avanza hacia la meta que da sentido al camino, va descubriendo que la gracia le hace dar pasos interiores que le alejan del ‘hombre viejo’ y le acercan a la conversión y a la reconciliación, echando raíces en el suelo firme de lo sagrado.

Tiempo de sanación

El Año Santo Compostelano es tiempo de sanación y de encuentro para cultivar la ‘memoria penitencial’, capaz de asumir el pasado con humildad para liberar el futuro de las propias insatisfacciones, confusiones o ensimismamientos y hacer un discernimiento de la realidad desde la fe. Esto exige dejarse llevar por la confianza en el Señor hasta el Monte del Gozo. “Esa altura no está en la cima de la propia perfección espiritual, sino en la llanura del servicio a la realidad concreta de los demás, sobre todo de los pobres con sus necesidades y reclamos”.

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