Tribuna

Camino de Santidad – Fiesta en el cielo y en la tierra

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Olivera1 Copia SANTIAGO OLIVERA. Obispo de Cruz del Eje (Córdoba) y presidente de la Comisión Episcopal de Comunicación Social.

El pasado 22 de enero el papa Francisco autorizó al cardenal Angel Amato sdb, prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, la promulgación del decreto por el cual se reconoce el milagro atribuido a la intercesión del beato José Gabriel del Rosario Brochero que permitirá su canonización.

Para nosotros, para la Argentina, para la diócesis de Cruz del Eje, sin lugar a dudas es una gracia muy grande que recibimos de Dios y que nos llena de una gran alegría.

El primer sentimiento que surge es de verdadera gratitud a Dios por este regalo, el milagro de la curación de una niña de San Juan en circunstancias difíciles. Sin embargo, como las manifestaciones del Padre Brochero, este milagro es en clave pascual, con dolor y con fiesta, con dificultades serias, con entrega y con vida. Los niños del milagro y su familia, trabajaron con Brochero. A Brochero le gustaba trabajar codo a codo con su gente, lo hizo en Traslasierra, lo hizo en Córdoba y en San Juan.

Gratitud también al cura Brochero por su intercesión. El pueblo sabe que es su intercesor y experimentamos, a través de esta gracia, que Dios escucha la oración de su pueblo.

En plena novena patronal, el 15 de marzo, un día antes de la fiesta del Beato, por medio del Consistorio reunido en Roma, el papa Francisco comunicó el día y el lugar de la Canonización. Creo que a todos los que lo esperábamos, nos conmueve, llena de alegría y de gratitud.

 

Brochero con olor a oveja

Este sacerdote ejemplar, esclarecido por su celo misionero, su predicación evangélica y una vida pobre y entregada, apóstol, héroe y santo, hombre de Dios que supo adelantarse a tantos años es sin duda modelo del sacerdote salidor, que va a las periferias, modelo del que va en búsqueda del más alejado, del más necesitado, del más pobre, del mas pecador. Brochero, sacerdote santo supo encarnar la Misericordia de Dios, porque la experimentó él mismo, y pudo ser, por lo tanto, testigo de ella. Brochero, lo sabemos, es un Buen Pastor. Pastor con Olor a oveja. Bueno, cercano. Brochero, no sólo dio de lo que tenía a los hombres y mujeres de su tiempo, sino que dio todo lo que tenía, aún lo más preciado, el mejor don, que es la propia vida. Y la dio hasta el extremo. No se reservó para sí nada. Apóstol y mártir de la Caridad, murió enfermo de lepra para no desairar a aquellos que en su pueblo sufrían esta enfermedad que traía consigo soledad y alejamiento, porque producía miedo y rechazo. Brochero estuvo. Brochero está.

Nuestro futuro santo supo gastar su vida para Anunciar el Evangelio, para que sus hermanos se encuentren con Jesús. Anduvo mucho por el valle y la sierra, con fío y calor, con sol y lluvia. Supo transitar senderos cercanos y lejanos para no dejar fuera a nadie, de la alegría de la música que produce el gozo del encuentro.

Entendió que Evangelio y promoción humana son dos caras de la misma moneda. No es distinta una de otra. La fe debe encarnarse y esa encarnación sana y transforma la vida y realidad del que la recibe.

Santo Cura Brochero, san José Gabriel del Rosario, danos la gracia de tomar cada día más conciencia por este regalo de tu vida, “has pispiado bien”, estás en el recuerdo de, no sólo tus serranos, sino de la Argentina. Santo Cura Brochero, danos la gracia de seguir tus huellas y desde el hoy de cada uno, sepamos que como él estamos todos llamados a seguir a Jesús y amar como amó Jesús.

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Buen sacerdote

Para todos nosotros es un motivo de orgullo y gratitud, pero también de compromiso, porque debemos seguir su luz y descubrir que Brochero es nuestro faro para transitar los caminos de la Santidad. Brochero encarnó el sacerdocio que espera el papa Francisco y el mismo Concilio Vaticano II, aunque él murió 50 años antes de su conclusión.

En reiteradas ocasiones recuerdo que ésta es la vocación a la cual somos llamados, y que Brochero nos hace saber con su vida que es posible y que estamos en camino hacia la Santidad en nuestra propia vocación y realidad.

Esta realidad nos recuerda que es posible vivir la santidad, por eso elevamos los ojos al cielo en este Año Santo, contemplamos la Misericordia de Dios que nos da este regalo y que ha querido que la canonización de Brochero llegue en el año del 150º aniversario de su ordenación sacerdotal.

“Tú eres sacerdote para siempre”, decimos en el salmo. Brochero sigue intercediendo por su pueblo como buen sacerdote, como sacerdote fiel. Como buen pastor que sigue pasando por nuestra vida haciendo el bien.

Para los diocesanos de Cruz del Eje, también es muy significativo este segundo milagro ocurrido en San Juan, porque nuestro primer obispo, Enrique Pechuán Marín, era oriundo de esa arquidiócesis. El primer milagro, lo sabemos, fue en la arquidiócesis de Córdoba, de donde era oriundo nuestro segundo obispo, Omar Colomé. De alguna manera siento y sentimos la presencia de la historia. Y hacemos por tanto “memoria agradecida”.

Esta causa de canonización la comenzó Pechuán Marín, quien unió desde el inicio al cardenal Raúl Primatesta. La continuó Colomé y, gracias a Dios, en este momento me tocó a mí completarla. Sin duda, hubo muchas personas que trabajaron y aportaron para que esto sea posible. “Lo que el árbol tiene de florido le viene de lo que tiene sepultado”. Muchas vidas, muchos esfuerzos, mucho trabajo.

 

Gigantes de América

Agradezco a los postuladores como el padre Molinari (ya fallecido) y a su colaborador, el padre Gumpel, sacerdotes de la Compañía de Jesús; a la actual postuladora doctora Silvia Correale, que tanto hizo en esta etapa desde la beatificación hasta nuestros días; a los vice postuladores, en especial en estos últimos tiempos agradecidos al padre Denardi y al sacerdote jesuita Julio Merediz, a la comunidad de laicas de Nuestra Señora de Luján, historiadores, sacerdotes y obispos, como el cardenal Primatesta y monseñor Carlos Ñáñez, arzobispos de Córdoba, coactores que han hecho tanto desde la arquidiócesis para la causa. Verdaderamente nos sabemos instrumentos y eslabón de tantos que antes que nosotros han rezado y trabajado mucho para que hoy estemos gozando de esta fiesta del cielo y de la tierra.

Agradezco también el trabajo del arzobispo de San Juan de Cuyo, Alfonso Delgado, y a sus colaboradores, que instruyeron el proceso de este milagro que la Santa Sede confirma. Todos trabajaron para que hoy esto se concrete y la Iglesia en la Argentina cuente con este modelo admirable e imitable de buen pastor, en el año del bicentenario de nuestra Independencia, en el año de la Misericordia, en el año de su ordenación sacerdotal. Sin duda la providencia nos ha regalado todo esto.

También pienso en Brochero y su deseo de llegar a Santos Guayama, ese gaucho sanjuanino líder de la rebelión lagunera, siempre perseguido por la justicia. El corazón del buen pastor, el corazón de José Gabriel, quería salvar el alma de Santos Guayama y, con él, a toda su gente. Quería llevarlos al encuentro con Jesús. En San Juan, Santos Guayama encontró la muerte y no pudo Brochero lograr su objetivo. Ahora de San Juan surge este milagro, esta manifestación del Señor. Quiera Dios que para los sanjuaninos y para todos, éste sea el signo de la salvación que Brochero supo predicar y quiso que llegara a todos.

Que este acontecimiento que nos toca vivir nos renueve y nos entusiasme al sabernos amados y mirados particularmente por el Señor.

Me detengo en el próximo 16 de octubre. Brochero será canonizado en Roma junto a un Niño-Grande, José Luis Sánchez del Río. Valiente. Mártir. Testigo.

Los milagros de Brochero fueron la salud de dos niños. Ahora en el día tan esperado, que tanto hemos rezado en el Santuario de Nuestra Señora del Tránsito, diciendo con fuerza: ¡Que sea Glorificado! Lo será junto a un niño.

Sabemos que Brochero fue un Gigante. Francisco canonizará ese día, en este Año de la Misericordia a dos Gigantes de América. ¡Bendito sea Dios!

 


La vida como cabalgata

Andando los caminos del Cura Brochero

“¿A qué viniste? ¿Qué te trae?”. La pregunta queda flotando en un vacío de silencio fértil, en medio de Los Gigantes, esa cadena montañosa que a ciertas latitudes deja de un lado al valle de Traslasierra, y al resto de la provincia de Córdoba, del otro.

El interrogante genera eco entre quebradas profundas y cumbres que rozan el cielo, circundadas por cóndores. Y cada jinete o peregrino, en su particularidad, tendrá su propia respuesta, y sin embargo habrá un hilo común que unirá todos los guiones de una obra que no tiene nada de teatral, sino más bien es la fe de la gente sencilla, puesta en movimiento.

El Cura Brochero es entonces verbo más que sustantivo, el motor que este año impulsó a casi mil personas a recorrer a lomo de caballo o mula, o a pie, los 170 kilómetros que parcialmente replican aquel camino que hace siglo y medio Brochero y decenas de feligreses desandaban ida y vuelta para participar en la ciudad de Córdoba de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio.

Se trata de la Cabalgata Brocheriana, una tradición que arrancó en 1997, cuando en un grupo de hombres nació el deseo de seguir la huella del ahora beato y futuro santo cordobés, la voluntad de emular, casi literalmente, su viaje a través de las Sierras Grandes. Con el correr del tiempo, se fueron sumando mujeres a la travesía. Y luego, a los cabalgantes se les agregaron los caminantes.

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Vida Nueva estuvo presente en la plaza de Villa Cura Brochero, en la tarde del martes 15 de marzo, cuando la caravana –organizada por el movimiento transerrano Senderos del Cura Brochero– llegaba a su fin a los pies del beato Brochero. Allí, cientos de personas recibieron a los participantes, en una pasada de jinetes (unos 700) y viandantes (más de 200) que se extendió durante dos horas.

 

Promesas, gracias, pedidos

Seis días y cinco noches habían quedado para entonces atrás, con campamentos en los que no faltó el tradicional fogón, pero tampoco las misas y procesiones de campaña Ni tampoco las ampollas, ni las lastimaduras, ni las incomodidades de una travesía de tiempos pretéritos conjugada en el presente.

Cumplimiento de promesas, pedidos de curación, agradecimientos por gracias recibidas a través de Brochero y, para muchos, las ganas de vivir una experiencia de reflexión, casi como participar de un ejercicio espiritual a medida que se va haciendo camino al andar. 

Las sirenas de los bomberos y las bocinas de los camiones sonaron con estridencia cuando esta suerte de Camino de Santiago, versión cordobesa, había llegado a su fin. Fue el momento más colorido y emotivo de las celebraciones: los caminantes primero, los cabalgantes después, presentaron sus respetos al Cura Gaucho frente a su santuario.

“Fue una experiencia increíble, tanto a nivel espiritual como humano, por el grupo que se formó”, expresó Josefina, luciendo una boina roja en su cabeza y una bandera argentina sobre su espalda.

Pablo, un joven de Villa Carlos Paz, cuenta que se inscribió junto con dos amigos, “más que nada por el desafío” que conlleva, aunque reconoce también la existencia de otra motivación: agradecerle al Cura Gaucho, a quien le había pedido por su padre enfermo, ahora mucho mejor de salud.

Y destacó los “sorprendentes paisajes” que pudo observar durante un camino que incluyó “algún que otro peligroso desfiladero”, casi como un espejo de la vida de todos, y también de la obra de Brochero.

MARCELO ANDROETTO. ENVIADO ESPECIAL