La visita papal trajo consigo la convocatoria de una manifestación atea de rechazo a la JMJ por el centro de Madrid en la tarde del 17 de agosto. A pesar de las provocaciones y ataques de quienes participaron en las protestas, los peregrinos reaccionaron con serenidad.
Diez de la noche del 17 de agosto de 2011. La calle Arenal, cerca de la Puerta del Sol, esta llena de jóvenes peregrinos de la JMJ. Yo acompaño a un grupo de estudiantes de periodismo de Buenos Aires acogidos en la sede de la Fundación Crónica Blanca.
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- EDITORIAL: En las redes de los jóvenes
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En medio del murmullo de tantas lenguas distintas, irrumpen unos gritos insultantes. Vienen de un grupo de adultos (apenas había jóvenes entre ellos). Empujan a los jóvenes peregrinos, e intentan quitarles las mochilas, donde –entre otras cosas– llevan los vales de alimentación para todas las jornadas.
Serenidad ante la violencia
Justifican su violencia gritando que son suyas, porque las ha pagado el Estado español. Algunos jóvenes intentan sin éxito dialogar con ellos. Para no responder con violencia a la violencia, algunos pierden sus mochilas.
Ezequiel tiene 18 años. Es uno de estos jóvenes argentinos. Alza la voz para decirles, con lágrimas en los ojos, que su mochila, igual que su pasaje hasta Madrid, la ha pagado él con sus ahorros de todo un año de trabajo extra para poder participar en la JMJ. “¿Qué mal os hemos hecho? Seguro que si nos conocieseis personalmente no haríais esto”.
De repente, con el último suspiro de Ezequiel, se hace el silencio. En la mirada de uno de los alborotadores, justo cara a cara con Ezequiel, se vislumbra la vergüenza. No dice nada, pero se da la vuelta y se va.