Fieles laicos, vida religiosa y sacerdotes de todos los países europeos a nuestros obispos: queridos pastores, no basta con que el Papa clame una y otra vez para que Europa ponga en juego lo mejor de ella y responda con solidaridad, unidad y fortaleza a la crisis del coronavirus. Es necesario que todos los obispos del continente unan sus voces y lideren, en el difícil momento actual, un movimiento decidido y valiente por la cooperación entre todos los pueblos europeos.
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Esta necesaria unidad de nuestros pueblos será todavía más evangélica si, como siempre nos ha guiado en nuestras Iglesias, queremos igualmente ser solidarios con los países más empobrecidos del mundo y para cuyas poblaciones el golpe de la pandemia será todavía más fuerte.
Humanismo compasivo
No se trata solo de la justa corresponsabilidad económica, por la que, como cristianos, deberíamos abogar sea cual sea nuestra nacionalidad, sino de tener una voz común que defienda la salida compartida de las gravísimas dificultades que van a sufrir los sectores más débiles de nuestras respectivas sociedades nacionales. Una voz de esperanza, pero también de llamada a la imprescindible apuesta por los valores de la fraternidad, el humanismo compasivo y la suma de nuestros potenciales creativos en el orden de la investigación y el trabajo social.
No nos limitemos a salvar del naufragio las propias prácticas religiosas y aportemos a la sociedad europea un testimonio de unidad y cooperación por encima de las diferencias ideológicas y nacionales. Reúnanse, hablen, escuchen a sus fieles y a los expertos que puedan iluminarles sobre la profundidad y transversalidad de esta crisis mundial. Compartan las diferentes experiencias para que todos podamos aprender de todos. Pero, después, tomen la palabra y, con una sola voz, hablen a los gobiernos y a nuestras respectivas sociedades, poniéndonos a todo el pueblo fiel de parte de una reconstrucción europea en la dirección de los grandes ideales que compartimos.
La hora de la decisión y la acción
Esta es la hora de la decisión y la acción. No la dejen pasar de largo o nuestro silencio y nuestras miradas cortas ante el sufrimiento enorme que provoca esta crisis ahondarán todavía más el alejamiento y la indiferencia de nuestra sociedad con respecto a la Iglesia.
Al Buen Pastor, que lo es porque dio la vida por nuestra salvación, le pedimos que su Espíritu les inspire las necesarias acciones y, en cualquier caso, les ayude a evitar una postura tibia o condescendiente.