Desde que el hombre apareció en este mundo muy seguramente su primera pregunta fue ¿A dónde voy? Y, por ende, un tiempo después fue ¿de donde venimos? El origen de la vida es algo que aún no tiene una respuesta absoluta, por ello se han buscado respuestas desde diferentes puntos de vista: religiosos, filosóficos y científicos; sin embargo, el estudio del origen de la vida y de la vida humana desde un punto de vista biológico, nos presenta las respuestas más claras, pero no así las más convincentes dado que deja muchas interrogantes en el aire.
Empezando por el relato del Génesis quiero aclarar que no tomar en cuenta los géneros literarios nos ha conducido a múltiples errores; pretender interpretar las narraciones bíblicas de acuerdo con nuestras ideas y concepciones actuales es el más grande error de quienes tenemos un primer acercamiento con la Biblia. Por ejemplo, la narración de la creación con sus seis días y el relato de Adán y Eva. Estos relatos no son históricos sino un poema, cuyo objetivo en el fondo es mostrar que todo procede de la mano de Dios. En dichos relatos el escritor simplemente usó ciertos recursos “pedagógicos”, para adaptarse a la gente de aquella época, de modo que entendieran lo que quería enseñarles.
Desde el punto de vista científico, muchos han sido los métodos que se han propuesto para determinar el origen de la vida, algunos simplemente se basaron en la observación, como la Teoría de la generación espontánea que fuera derrocada por el sacerdote católico Spallanzani; o la Teoría de la evolución de Darwin que aún tiene baches por rellenar. Otros, buscaron en las macromoléculas la capacidad de generar vida y, por último, otros estudiaron el desarrollo embrionario, en esa búsqueda por establecer en qué momento de la fertilización comienza la vida. Es claro que en todos estos estudios y pese a sus grandes diferencias de enfoque, siempre nos queda una parte de la investigación incompleta si no se considera un Ser superior que daría el impulso inicial a la vida.
Un nueva nueva vida
La Iglesia Católica protege al ser humano desde el momento de la concepción hasta la muerte. Considera que el origen del hombre no se debe solo a las leyes de la Biología, sino directamente a la voluntad creadora de Dios. Por esto señala el Catecismo: “Dotada de un alma espiritual e inmortal, la persona humana es la única criatura en la tierra a la que Dios ha amado por sí misma. Desde su concepción, está destinada a la bienaventuranza eterna”. A la luz de lo anterior, “la vida humana debe ser respetada y protegida de manera absoluta desde el momento de la concepción. Desde el primer momento de su existencia, el ser humano debe ver reconocidos sus derechos de persona, entre los cuales está el derecho inviolable de todo ser inocente a la vida”.
Por lo anterior, decir que desde el momento en que el óvulo es fecundado, se inaugura una nueva vida que no es la del padre ni la de la madre, sino la de un nuevo ser humano que se desarrolla por sí mismo. La visión hilemórfica establecería que jamás llegará a ser humano, si no lo ha sido desde entonces. Dios es el creador de la vida, Él es el principio y el fin. Cuando el hombre pierde respeto por una parte de la vida, termina perdiéndolo por toda ella.
Bibliografía: 16 Juan Pablo II, Carta a las Familias, 2-II-1994 Nº 9. 17; Catecismo de la Iglesia Católica Nº 1703. 18; Catecismo de la Iglesia Católica Nº 2270.