Movidos por el espíritu que siempre nos acompaña en estos tiempos, la Navidad se apronta a ser anhelada y apreciada por algunos, ignorada por otros y rechazada por los más escépticos. En un mundo tan convulsionado como el nuestro, la Navidad se convierte en una instancia de tregua, sobre todo para los que dicen “no creer”, puesto que esta pasa a ser una oportunidad para algún viaje inesperado, la renovación de la casa, del vestuario o simplemente una ocasión para disfrutar una buena cena, compartir y brindar.
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Mientras se acerca este acontecimiento para el mundo cristiano, el resto contempla la Navidad sin expectativas, pues en un mundo secularizado, Dios no tiene donde anidar. Y si Dios no tiene cabida, solo vale la consigna “del hombre por el hombre” entonces, ¿cómo esperar la Navidad?
Esperar la Navidad
Cómo esperar la Navidad… cuando después de más de dos años de guerra en Ucrania, el Congreso estadounidense ha aprobado el desembolso de más de 110.000 millones de dólares desde que comenzó la invasión rusa, en febrero de 2022, y aunque los republicanos bloquearon esta importante ayuda, eso no frenará la guerra.
Cómo esperar la Navidad… cuando te enteras de que, por el conflicto entre Palestina e Israel, el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia, UNICEF, advirtió que Gaza es, sin duda alguna, el lugar más peligroso del mundo para ser niño y que, si no se produce un alto al fuego, las muertes de niños a causa de enfermedades superarán a las causadas por los bombardeos.
Cómo esperar la Navidad… cuando el asedio e influjo del gobierno de Daniel Ortega ha prohibido la realización de las posadas navideñas en las calles y, en definitiva, de cualquier acto público o de culto religioso.
Cómo esperar la Navidad… cuando la Comisión de Pueblos Originarios del Consejo Episcopal Latinoamericano y Caribeño (CELAM) ha advertido sobre la situación de vulnerabilidad de los pueblos indígenas de la Amazonía boliviana que enfrentan 1056 focos de incendios activos, conocidos en la región como “chaqueos”, registrados hasta finales de noviembre. Según la comisión, los efectos de los incendios o chaqueos se derivan de la adaptación a la ley de uso de suelos en 2019, que amplió en un 42% las tierras del departamento del Beni destinadas para los trabajos agropecuarios, esto incluye territorios protegidos por el propio Estado plurinacional.
Cómo esperar la Navidad… si después de la Pandemia del COVID, el mundo no ha tenido tregua ni descanso. Cuando creíamos haber superado la Pandemia, arremeten las perturbaciones del cambio climático y, mientras tanto, nos apremia la situación económica, social y política de cada país. Sin duda, que toda esta situación degenera en una constante sensación de “incertidumbre”, que nos ahoga y no nos da respiro como sociedad.
Luz de esperanza
Ante el presente contexto, la Navidad es una luz de esperanza, que viene a nuestro encuentro, seamos creyentes o no. Dios se ha manifestado y ha querido revelarse como niño, pues Él se contrapone a toda violencia y trae un mensaje de paz. En este momento vivimos amenazados constantemente por la violencia y sus diversas formas; por eso es necesario recurrir antes que todo a la oración y clamar a Dios: “Tú, el Dios poderoso, has venido como niño y te has mostrado a nosotros como el que nos ama y mediante el amor vencerás. Amamos tu ser niño, tu no-violencia, pero sufrimos, porque la violencia continúa en el mundo”.
Nuestra oración nos ayudará a superar las crisis, porque pareciera ser que la “incertidumbre y el miedo” han venido para quedarse. Sin embargo, la respuesta del apóstol Pablo abre la posibilidad para “confiar en el amor custodio de Dios”: “Porque tengo la certeza de que ni la muerte, ni la vida, ni los ángeles, ni los principados, ni lo presente, ni lo futuro, ni los poderes espirituales… ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra criatura podrá separarnos jamás del amor de Dios”, (Rom 8, 38.39). Por eso, en la gran epifanía de Dios y de su luz, en un niño que ha nacido para nosotros, no permitamos que nos roben la Navidad. No dejemos que nada ni nadie nos quite la oportunidad de confiar, de esperar y de amar otra vez. El Niño Dios, que nació en un establo en Belén y no en los palacios de los reyes, nos enseña una vez más que, al igual que Francisco de Asís al celebrar la Navidad en Greccio, en 1223, con un buey, una mula y un pesebre con paja, se hizo visible y posible una nueva dimensión del misterio de la Navidad. El santo de Asís llamó a la Navidad “la fiesta de las fiestas” –más que todas las demás solemnidades– y la celebró con inefable fervor, (2 Celano, 199: Fonti Francescane, 787). San Francisco amaba a Jesús, al niño, porque en este ser niño se le hizo clara la humildad de Dios: “Dios ha venido al mundo en la pobreza más nimia”.
Cómo entonces vamos a esperar la Navidad… de espaldas al acontecimiento del “Niño Dios” o como “los pastores” que, en su pobreza, aguardaron expectantes, alegres y por primera vez, percibieron la “riqueza” de amar a su único Dios y Señor. Por eso, en este tiempo especial, para quienes aún en el Niño Dios buscan el guiño y la ternura que sensibilice el corazón para hacerlo más parecido al de Dios, valoremos la nueva experiencia de la realidad humana de Jesús. Porque es allí, donde se revela el gran misterio de la fe. El Hijo de Dios ha nacido en la pobreza de un establo. En el Niño Dios, Dios se ha hecho dependiente, necesitado del amor de personas humanas, a las que ahora puede pedir su amor, es decir, nuestro amor y adoración. Para nadie es un misterio que la Navidad se ha convertido hoy en el pretexto perfecto para celebrar algo, o bien, en una fiesta de los regalos, del amigo secreto o del brindis, pero que lastimosamente no se encuentra, no se invita ni se celebra a quién está de cumpleaños, “Jesús”. Pidamos al Señor que nos ayude a transportarnos a Belén y contemplar la paz, la alegría, la ternura y el misterio del Niño Dios que sale a nuestro encuentro.