Tribuna

Como si fuera lo importante…

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Jesús Sánchez Adalid, sacerdote y escritorJESÚS SÁNCHEZ ADALID | Sacerdote y escritor

Mi formación académica proviene en su mayoría de la enseñanza pública, desde la entonces llamada EGB hasta la universidad. Mis padres así lo decidieron para mí y les estoy muy agradecido. Nunca he ocultado mi orgullo por ello y siempre he dicho que a esa educación pública le debo lo que soy y sé. Sin embargo, hoy me siento desengañado con la forma en que los fallidos planes de estudio subsiguientes fueron cargándose ese modelo educativo.

Me entristece ver cómo se desperdician el ímpetu, la ilusión, el talento y la generosidad de la juventud en métodos absurdos que generan fracaso escolar y analfabetismo funcional. En este disparatado país hay quien espera obtener algo de la ausencia de formación crítica y la ignorancia de las generaciones más jóvenes. Los informes PISA lo evidencian cada año. Fallan los conocimientos y, algo peor, los valores de la persona. El acoso escolar y la mala conducta han aumentado alarmantemente. Y en vez de poner remedio, algunos siguen empeñados en orientar sus esfuerzos en eliminar la enseñanza religiosa. Como si eso fuera lo más importante…ilustración de Tomás de Zárate para la columna de Jesús Sánchez Adalid, VN 2988

La Junta de Extremadura reduce al mínimo las horas de Religión como principal cambio en el proyecto de currículo de Secundaria. Cuando la enseñanza de la Religión no es “pura cesión” del Gobierno a la Iglesia, sino un derecho fundamental de los padres recogido en la Constitución. Una amplia mayoría de los alumnos de todas las etapas y en todo tipo de colegios eligen asistir a la enseñanza religiosa católica que se imparte en sus centros. En Extremadura asciende casi al 80% de los alumnos. Una cifra avasalladora. Por tanto, ¿qué sentido tiene volver a la carga una y otra vez? Está clarísimo que los padres demandan esa educación. Con todo, lo más grave de la propuesta para eliminarla es que choca frontalmente con la Constitución, que introdujo la libertad de elección de la enseñanza religiosa para alejar, precisamente, el riesgo del adoctrinamiento de Estado.

En el artículo 27.3 se garantiza el derecho de los padres a que sus hijos reciban la formación religiosa y moral que esté de acuerdo con sus convicciones. Es un principio que no conoce excepción. El Estado se impone en este aspecto una neutralidad absoluta. Igual que no se concebiría la enseñanza religiosa diseñada por el Estado y obligatoria para todos.

El conocimiento del hecho religioso es uno de los elementos que contribuyen al pleno desarrollo de la personalidad que es objeto de la educación, según el citado artículo, y forma parte del currículo, pero siempre conforme a la libre elección de los interesados o de sus padres. Es función propia de la escuela transmitir la cultura. Que no se hace solo para que el alumno acreciente sus conocimientos, sino también para educarle en su capacidad de juicio y decisión. Los niños y adolescentes acuden a los centros escolares no solo para adquirir una información científica, sino también para aprender a orientarse en la vida individual y social.

La enseñanza religiosa es, además, y por si fuera poco, imprescindible para conocer y comprender las manifestaciones culturales de nuestro pueblo relacionadas con la fe cristiana: valores humanos y sociales, patrimonio artístico, calendario y fiestas, costumbres y modos de vida, creencias y ritos… La Religión, impartida como materia ordinaria a quienes la deseen, está en la línea de los objetivos mismos de la enseñanza pública o privada. Si esta es lugar privilegiado para la formación integral del hombre, si no puede contentarse con instruir, sino que ha de educar, debe cultivar todas las dimensiones de la personalidad de los alumnos.

En el nº 2.988 de Vida Nueva