Lo que hacemos mucho, y entre todos, es hablar con cierta superficialidad de la falta de compromiso de algunas personas, comparándola con nuestro propio compromiso y nuestras maneras de atender obligaciones físicas, morales, sociales.
Podríamos hacer el intento de reflexionar sobre lo que decimos cuando comparamos el hacer de los otros con el mío. Porque de esa manera −que aparece como inocente− estoy juzgando.
Y en todo caso, ¿sabemos lo que significa compromiso? Cuando me comprometo, es que estoy dispuesta a no faltar a la obligación contraída. La mía, personal, de la que no tengo que hacer cargo a nadie. Y es mi problema elegir a conciencia a lo que estoy dispuesta a obligarme. Cada uno es dueño de sus decisiones, de sus elecciones y tiene la máxima dimensión de la libertad posible para elegir. Por lo tanto, cómo podría decir a otro que no se compromete como yo, en lo mismo que yo. El otro tiene la libertad de elegir a qué compromisos atarse. O no.
Entonces, podemos mirar de otra manera tanto mis compromisos como los de los demás. No querer que me halaguen por los míos y no denostar a los otros por los propios. Si hay compromiso es por libre elección, deseo, y/o necesidad. Las razones ya son otra cosa. Cada uno se monta sobre sus propias razones, ideales y sacrificios para hacer aquello que considera que tiene hacer.
Hora de brindar una respuesta
Y también se puede cambiar la palabra compromiso por la palabra responsabilidad, que significa dar respuesta o, mejor, ser respuesta a la medida de las obligaciones contraídas naturalmente por el solo hecho de ver la realidad cruda en la que vivimos y compadecernos (mirar con el corazón) genuinamente de los que más la padecen.
Como dice Simone Weil, ser respuesta porque “hay obligación hacia todo ser humano por el solo hecho de serlo, sin que intervenga ninguna otra condición”. Ser respuesta para los más frágiles, los más débiles, los otros que están encarcelados y esclavizados en espacios físicos o tras rejas que más que espantarnos deben llamarnos a ponerle dos hombros y dos orejas, con brazos de abrazar y manos de servir.
Esta Navidad, los menos amados están esperando esas respuestas que cada una y cada quien podrá dar si sondea el fondo de su corazón y decide que la belleza de esta fiesta esté dado por la fuerza de la fraternidad humana que se transporta por puentes de verdad, paz y justicia.
La autopista que todo lo conecta es el amor de trascendencia, que está más allá de toda ideología, de todo pensamiento o sentimentalismo. Cambiar una palabra. Solo eso. Compromiso es hacer algo que me autoimpongo. Responsabilidad es una apuesta de amor en común. Entre todos.
Feliz nacimiento.