MIGUEL ESTEBAN HESAYNE. Obispo emérito de Viedma (Argentina)
No soy analista político, ni sindicalista, ni sociólogo, sino un simple pastor. Por eso, como discípulo del Señor Jesús, cuando me preguntan cómo veo a la Argentina recurro a una de sus Parábolas: La de la oveja perdida cuyo pastor sale a buscarla.
Con ojos y corazón de pastor, me imagino a la Argentina (y a toda Latinoamérica) como aquel turista que se perdió en un gran bosque y, a medida que va dando pasos, se aleja cada vez más del camino que lo conduce a la salida. Es decir, la veo sin salida, perdida en un bosque de ideologías de diversos signos. Medias “verdades” que se presentan como la verdad absoluta que dan solución a un sector de la sociedad lejos de una globalización solidaria.
Todos los sectores de la sociedad denuncian corrupción, pero ningún sector social piensa en su posible responsabilidad ciudadana.
Es hora que la ciudadanía, con Fe en Jesucristo y en su Evangelio, recoja el desafío inspirado por el Espíritu de Dios a san Pablo en la primera comunidad cristiana de Roma, para que escuchara el clamor de la sociedad decadente romana exigiendo la presencia de los hijos de Dios en esa situación. (Rom. 8).
Y más cercano en la reflexión, creo en el claro desafío de la copiosa y rica enseñanza social-política a la luz de la Biblia, de Papas y de Conferencias Episcopales en estos últimos siglos.
En razón de brevedad, cito al beato Paulo VI, dirigiéndose al Laicado de la Iglesia Universal en relación al compromiso político de los cristianos: “La tarea primera e inmediata del laicado, en su tarea evangelizadora, es el mundo vasto y complejo de la política, de lo social, de la economía…” (EN 70). El Documento de Aparecida también trata el tema de la Política y la Misión de la Iglesia en 46 números.
Como pastor cristiano respondo a creyentes y no creyentes que el mensaje social y político del Evangelio tiene que salir a la calle, salir de las Semanas Sociales, salir de las Cátedras Universitarias, salir de los Colegios Católicos. El Pueblo de Dios, las comunidades cristianas, han de vivir con la consigna que nos dejó Jesús en su Evangelio: “Ustedes son la sal de la tierra (…) Ustedes son la luz del mundo” (Mt 5, 13).