JESÚS PÉREZ RODRÍGUEZ. Arzobispo emérito de Sucre (Bolivia)
De una manera u otra, todo católico está convocado por la Madre Iglesia a vivir la sagrada Cuaresma como días intensos de reflexión, de penitencia (arrepentimiento) y de oración, que deben ir unidos a un ferviente amor a Dios y al prójimo. La liturgia nos ofrece una serie de recursos pedagógicos para vivir “el tiempo de preparación por el que se asciende al monte santo de la Pascua”.
Hay una relación directa entre la intensidad con que se viven estos 40 días y el gozo con que se celebrará la Pascua. La Cuaresma es un itinerario cuya cúspide es la Pascua. Estamos llamados a ejercitarnos en las virtudes propias del discípulo de Jesús para estar espiritualmente en línea y a punto, y así vivir hondamente la Pascua de Jesucristo. Si bien la Cuaresma es tiempo de conversión, penitencia, reflexión, oración más frecuente e intensa, servicio a los hermanos más humildes y necesitados, el objetivo no es una especie de culto sádico al sufrimiento. Ni su motivación es la amarga desesperación ante nuestras miserias y pecados. El cristiano no puede ser un amargado ni masoquista. ¿Habrá algo más gozoso que vivir en gracia y sentirse hijo de Dios? ¡Qué bello es sentir la misericordia de Dios Padre!
La Pascua que se anuncia es la razón principal de todo el esfuerzo para vivir el misterio de la Pasión y Muerte de Jesús. En Cristo se va de la injusticia a la justicia; del mal al bien; de la alienación y el egoísmo a la autenticidad de la verdad y el amor; de la muerte de esta vida imperfecta y desdichada a la vida inmortal, propia del amor sin límites.
En el primer domingo de Cuaresma se presentan las tentaciones de Jesús. Él, tentado por el diablo es nuestro modelo de cómo vencer las tentaciones diarias. La Cuaresma es un entrenamiento, el entrenador es Jesús, como tal se ha puesto el buzo de gimnasia espiritual y se somete a los ejercicios que quiere enseñarnos a cada uno de sus discípulos. Él quiere animarnos con su ejemplo. Él no necesita de estos ejercicios. Por ello, nos invita a entrar dentro de nosotros mismos en la lucha contra las tentaciones y a encontrarnos con nosotros mismos.
El Evangelio de Lucas nos refleja muy bien las tentaciones diarias de nuestra vida. Desde Adán, todos fallamos. Todos tenemos tentaciones –por ejemplo, los pecados de omisión–. En Cristo, vencedor de toda tentación, tenemos la fuerza poderosa para superar el mal. Jesús fue tentado pero venció. Las tentaciones de Jesús son como un eco y resumen de las tentaciones que Israel encontró en la marcha por el desierto hacia la tierra prometida.
Las lecturas diarias de la Cuaresma, son una invitación a luchar contra el mal. No podemos portarnos pasivamente ante el mal. Es necesario luchar contra las diversas formas de mal que disminuyen y matan nuestras vidas. Cada uno debe empezarlo por sí mismo y que brota de nosotros y golpea a los demás. Si no comenzamos por nosotros, somos hipócritas, porque todos somos imperfectos.
La Cuaresma es un tiempo propicio para hacer un balance de nuestra vida ante los dones que el Señor nos ha regalado. Hay que convencerse asimismo que la tarea de cada cristiano es luchar contra el mal: despertar el optimismo y combatir el pesimismo; ser esperanza para las personas sin esperanza; ser luz para los que viven en las tinieblas del pecado; ser corresponsables y comprometidos para aquellos que viven el pecado de omisión; ser amor para todos los que viven en la esclavitud del egoísmo.
El camino cuaresmal no es nada fácil. No lo fue para el pueblo de Israel, ni para Cristo, quien experimentó la dureza del desierto, antes de emprender su misión de Mesías y Salvador. Cada cual tiene la experiencia de distintas cuaresmas. De aquellas que ha vivido y de todas las que no ha vivido. Asimismo, de días y, quizás, años de sequedad espiritual, de alejamiento de Dios y de algún hermano; de muchas dificultades que han hecho que perdamos la ilusión y la esperanza propia de los discípulos de Jesús. Hagamos el esfuerzo para vivir en esta Cuaresma como si tuviéramos mayor fe que nadie y todo cambiará. Adelante, animémonos a vivir en plenitud esta Cuaresma 2016. Ella es diferente a las otras que han pasado.