“Eliges a los mansos para confundir a los poderosos de la tierra”
Hemos recibido con mucha alegría la noticia de que el pasado martes 9 de febrero de 2016, en Roma, la plenaria de Obispos y Cardenales de la Congregación para las Causas de los Santos aprobó por unanimidad todo el proceso de la Causa de Canonización de María Antonia de Paz y Figueroa (Mama Antula).
Este es un regalo de Dios y un regalo del Santo Padre para nuestro pueblo sencillo de Santiago del Estero por su humildad, su mansedumbre, su tenacidad en medio de tantas situaciones adversas.
Ciertamente, el año pasado, en una comunicación telefónica del papa Francisco con el Padre Joaquín Giangreco, de la diócesis de Añatuya, manifestaba su admiración por la Mama Antula al decir que “es un ejemplo de esa fortaleza del pueblo santiagueño”.
Formada en la escuela Jesuítica, tal vez su tarea más importante fue la divulgación y puesta en práctica de los ejercicios espirituales.
Su espíritu gigantesco la llevó a recorrer siempre a pie gran parte de la patria, comenzando por las provincias del noroeste argentino, integrando en Cristo a los pueblos originarios (hablaba el quechua), los gauchos, los negros, y los sectores más humildes de la sociedad. Esta “perla criolla” Madre Espiritual del Cura Brochero propagó el carisma de san Ignacio de Loyola, un bien que la Iglesia no podía perder.
Venció toda dificultad con la firmeza de su carácter,
la intrepidez de una santa y el valor de una mártir.
Esta mujer santiagueña, no se acobardó ante las distancias y la escasez de recursos con que contaba y con modestia, humildad y constancia soportó humillaciones y prejuicios (fue tratada de ebria, loca, fanática y hasta de bruja). Ante el ferviente deseo de la mayor gloria de Dios y el bien de las almas venció toda dificultad con “la firmeza de su carácter, la intrepidez de una santa y el valor de una mártir”
La historia nos cuenta que Carlos III, rey de España, temiendo que los Jesuitas debilitaran sus poderes, al declinar el día 2 de Abril de 1767, con fuerza de ley, produjo la expulsión de los padres Jesuitas, con todas sus casas y colegios del Imperio Hispánico.
Aquella increíble sanción produjo un proceso de desintegración espiritual y fue el suceso político-religioso más resonante de América Española del siglo XVIII.
María Antonia de San José, así firmaba Mama Antula, con los permisos de las autoridades de entonces obtenidos después de pasar por toda clase de disgustos, resultó heredera de las enseñanzas de san Ignacio de Loyola.
Así, progresivamente, se perfila como la “Beata de los Ejercicios” iniciando su futuro recorrido evangelizador que inicia en Córdoba, por más de 300 leguas, de a pie hacia Buenos Aires, protegida por un pequeño grupo de acompañantes y el Espíritu Divino para lograr cumplir su penitencia a través de tan inmenso itinerario.
En no menos de tres meses se estima su éxodo que finaliza en la Iglesia de la Piedad, a orillas de la ciudad donde recibe refugio, amparo y oración. Mientras dura su estadía en Buenos Aires, alquila distintos locales y promueve los Ejercicios Espirituales en ellos
Su contribución mayor lo constituye la creación en 1795 de la Santa Casa de Ejercicios, hoy Monumento Nacional, ubicada en la Avenida Independencia 1190, cuya obra continúa en manos de la Sociedad de las Hijas del Divino Salvador.
María Antonia de Paz y Figueroa dejó de existir el día 7 de marzo de 1799 a las tres de la tarde, en la celda número 8 de su Casa de Ejercicios y sus restos descansan en la Iglesia de Nuestra Señora de la Piedad, con la confirmación del respeto y opinión de Santidad en que se la tuviere en vida por su pueblo.
El jueves 2 de julio de 2010, el papa Benedicto XVI autorizó a la Congregación Vaticana para las Causas de los Santos para promulgar el decreto por el reconocimiento que la Sierva de Dios María Antonia de Paz y Figueroa practicó las virtudes cristianas en grado heroico y la proclamó Venerable.
Les ruego a todos y cada uno de ustedes que este tiempo de gozo sea un tiempo propicio para rezar y conocer a la Mama Antula, mujer santiagueña extraordinaria que salió a las periferias como ella manifestaba “quisiera andar hasta donde Dios no fuese conocido”.
Demos gracias a Dios por este inmenso don con el que nos ha bendecido y tratemos de vivir especialmente en este tiempo de Cuaresma eso que ella quería, el silencio de las cosas para que se actualice en nosotros el mensaje de Cristo.