Tribuna

Con usted, ya no podrán echarnos

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José Bono, expresidente del Congreso de los DiputadosJOSÉ BONO | Expresidente del Congreso de los Diputados

“Unidos a usted, ganamos en confianza: los inquisidores ya no se atreverán a expresar su recelo o amenazas canónicas porque seamos cristianos sin ser derechas, ¡como usted! No crea que son cuentos, un obispo español me impidió ser padrino de bautismo por ser socialista…”.

Santidad:

Encontrar el encabezamiento correcto para dirigirse al Papa, ahora es sencillo: usted mismo nos ha dicho “llamadme Francisco”. Yo no me atrevo a iniciar esta carta con un tratamiento distinto a “Santidad”, pero llena de gozo poder dirigirse al obispo de Roma con un nombre sin los ordinales monárquicos de costumbre. Aunque, como sabrá, sus detractores de la Curia le llaman “Francesco primo e l’ultimo” para mostrar que con alguien como usted quedarán hartos y vacunados para que no le suceda nadie parecido.

Desde que mis padres me llevaron a la pila bautismal en Salobre, un pequeño pueblo de España, he conocido a seis antecesores suyos: “reinaron”, que así se decía, como sumos pontífices Pío XII, Juan XXIII, Pablo VI, Juan Pablo I, Juan Pablo II y Benedicto XVI. Siempre pensé que “reinar” es actividad que no se compadece con la misión de un obispo. Reinar es cosa de reyes, pero no de pastores. Gracias, en primer lugar, por no reinar.

Desde que lo eligieron Papa nos ofrece cada día una sorpresa agradable, sin olvidar que no fue pequeña la sorpresa de su elección: ¡un jesuita! y ¡americano! Cuando observé la cara de algunos cardenales que se asomaban al balcón de San Pedro me pregunté ¿cómo es posible que lo hayan votado? Algunos no lo hicieron, es evidente: en sus rostros se les notaba que sonreían, pero no estaban contentos. Cuando usted dijo “buenas noches”, debieron pensar: “Mal empieza este Francisco”.

El Espíritu Santo debió emplearse a fondo en el cónclave, porque es difícil imaginar a ciertos cardenales eligiendo a un jesuita argentino que no ha sido nunca de derechas, que se define sinceramente como pecador, que no se considera con autoridad para condenar a los gais –¿qué obispo español se atreverá ahora a condenarlos?– y que quiere que los conventos abandonados no sean hoteles, sino refugio para pobres. Sin la presencia de un Espíritu nuevo y santo, no se explica su elección.

La esperanza que sentí como creyente
cuando le eligieron se agranda día a día.
Un hispanoparlante sin liturgias afectadas
ha conseguido emocionar a un club de fans
adormilado por la ortodoxia doctrinal exhibida cual guillotina.

Como es argentino y futbolero, pareciera que el Espíritu Santo hubiera fijado su mirada en un hombre normal, un pelotero trotón, alguien armado de una humanidad sin ribetes. Usted, Santidad, está hecho de otra pasta. Antes se decía Roma veduta, fede perduta y ahora tendremos que mirar o ir a Roma para reforzarla.

Unidos a usted, ganamos en confianza: los inquisidores ya no se atreverán a expresar su recelo o amenazas canónicas porque seamos cristianos sin ser derechas, ¡como usted! No crea que son cuentos, un obispo español me impidió ser padrino de bautismo por ser socialista y un arzobispo de mi tierra me mandó recado el Jueves Santo, día del Amor Fraterno, para que no asistiera a los Oficios, “porque, si lo hacía, me negaría la comunión”.

Antes de su elección, algunos teníamos el Evangelio de Jesús para reafirmar nuestra fe como cristianos, pero ahora, además, le tenemos a usted, al obispo de Roma. No somos pocos los cristianos que, observando la delicada sencillez de sus palabras y de sus gestos, hemos perdido el miedo a que nos echen de la Iglesia. Con Francisco no podrán echarnos.

Gracias por sus mensajes humildes que entienden y aplauden hasta quienes no creen. Un amigo diputado y anticlerical me decía el día de su onomástica: “Este Papa me gusta, me estoy haciendo simpatizante. ¿Por qué no le escribes y le felicitas por san Francisco, que es hoy?”. Pues, ¡ahí va la felicitación! Gracias por mostrarse como un hombre de fe más que como un inquisidor del dogma.

La esperanza que sentí como creyente cuando le eligieron se agranda día a día. Un hispanoparlante sin liturgias afectadas ha conseguido emocionar a un club de fans adormilado por la ortodoxia doctrinal exhibida cual guillotina. Parece que, con su vestimenta, nos quiere hacer visible la pobreza evangélica que tan lejos está de las deslumbrantes estancias vaticanas y de los pomposos ropajes del aparato eclesial. Una cruz sin adornos, sus gafas clásicas y los mismos zapatos negros que pisaban las calles de Buenos Aires acercan al obispo de Roma a los preferidos de Cristo.

Me dice un cardenal amigo que conduce usted un Renault 4 con 300.000 kilómetros que le regaló un cura de Verona. Ese 4 Latas con más de 20 años, aunque cueste poco, vale mucho más que los magníficos automóviles de la Curia con las siglas S.C.V. (Stato della Città del Vaticano) en la matrícula y que, con picardía italiana, algunos traducen: Se Cristo vedesse (¡Si Cristo lo viera!).

A millones de fieles nos alegra
que el Papa no sea un rey,
sino un fiel mensajero de Dios
que se ocupa de los pobres, de los pacíficos,
de los perseguidos, más que de su Curia.

A millones de fieles nos alegra que el Papa no sea un rey, sino un fiel mensajero de Dios que se ocupa de los pobres, de los pacíficos, de los perseguidos… más que de su Curia.

En la “vergüenza” de Lampedusa, su voz, la del Papa, fue la primera que dio un pellizco al mundo para exigir otra supremacía moral, porque la moralina que respiramos, como el barco hundido, hace aguas. Fue el primero, una vez más, en poner el dedo en la llaga.

Como dijo Dante de san Francisco: “Nacióle un sol al mundo”. Con usted ha nacido la esperanza en un mundo mejor y se empieza a creer que muchas cosas malas que antes ocurrían, “sea lo que Dios quiera”, tendrán arreglo en el Amor, que, por cierto, es nuestro Dios. (1 Jn 4, 16)

Está muy bien que no sea curial, pero no pierda de vista a los lobos de la Curia a que se refería L’Osservatore Romano. Le deseo suerte con esa parte de la Curia que no le quiere. Que el Espíritu que le eligió le ayude. ¡Ah!, y ¡cuídese!, tome precauciones y haga una vida saludable, porque necesitamos que viva muchos años y no olvide que es usted demasiado molesto para muchos poderosos.

En el nº 2.866 de Vida Nueva.