Tribuna

Congreso Nacional de Laicos: de semillas y brotes

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Semillas, el regalo final de este Congreso, el mejor regalo posible para ser Pueblo de Dios en salida. Semillas de promesas que susurran que somos seglares por vocación, porque Dios nos ha soñado así; no por descarte, sino por elección. Semillas de profecía, que anuncian que estamos llamados a sanar, a cuidar vínculos y tender puentes.



Semillas que crecen en medio de la pobreza de barrios cercanos, como Los Asperones, donde los pobres dejan de ser pobres cuando tienen nombre y apellidos, cuando son dibujados en el firmamento, por un amor inmerecido que les ha salvado la vida.

Semillas de conversión, de corazón y también de cabeza, que superan el prejuicio, que viven el ser con el otro. Semillas que tejen la red comunitaria, que protege y da seguridad, que buscan estar en servicio y diálogo permanente, que nos hacen más fuertes y menos imprescindibles.

Semillas audaces y valientes, que visibilizan a la mujer, que ponen en valor el papel del laico para tomar decisiones, para llevar a cabo una gestión compartida porque no somos actores de reparto. Semillas sinodales, que hacen brotar comunión, diversidad y encuentro, semillas de sueños y miradas compartidas.

Laicos en Madrid

Semillas que van en el bolsillo, que acompañan el caminar, que siempre están esperando a ser sembradas y lo hacen alentando la vida que se intuye en ellas. Semillas frágiles, que hay que acompañar para que caigan en tierra buena y no se pierdan entre zarzas o al borde del camino.

Semillas que huelen a proyectos que se intuyen detrás de las sonrisas de los obispos, de la gente sencilla que lleva su trocito de Reino a las espaldas para que crezca Dios. Semillas que tímidamente llegan a manos de los jóvenes que, sin saber mucho de la siembra, nos confrontan a ritmo de verdad cuestionando nuestro lenguaje y nuestra manera de complicar las cosas.

Con lo fácil que sería decirle a tu alumno: “No te preocupes voy a rezar por ti…”. ¡Qué difícil hacemos el arte de la siembra a veces! Y es que si las semillas no se escuchan y se acarician, por muy pequeñas e inmaduras que las veamos, se mueren en nuestras manos antes de llegar a brotar.

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