Tribuna

Cuando el magisterio se hace interrogante: la doctrina social y el obispo Joseba Segura

Compartir

El estar en la capital te permite vivir momentos de cierta singularidad. Así me ocurrió ayer, estoy participando en curso de espiritualidad bíblica en la universidad de Comillas, y me llegó la información de la XX Jornada de la facultad de Teología, con el tema central “Una voz para nuestra época: la Doctrina Social de la Iglesia”. El horario me permitió estar en la inauguración con las palabras de acogida del rector y la presentación del decano de la facultad.



La conferencia de inicio la pronunció el obispo de Bilbao Joseba Segura. Me dispuse a la escucha y el aprendizaje. No siempre tiene uno la oportunidad de escuchar directamente al obispo que se mueve en bicicleta, que se mueve en cuestiones sociales de economía desde la experiencia del Ecuador y echando también una mano al obispo de Almería, que se ha formado en esta temática y que intenta cuidar y vivir este mensaje.

Nos avisó de que no iba a ser muy sistemático y académico, pero que se esforzaría en mantener la atención a lo largo de la conferencia, donde se adentraba en un tema de importancia como es el de la Doctrina Social de la Iglesia para el mundo y la comunidad cristiana. Situado en el contexto de la Iglesia española disertó apuntado consideraciones y claves de diagnóstico, análisis, y perspectivas presentes y de futuro.

Punto de partida

Dibujó el contexto cultural y religioso en el que nos movemos. Se ha acabado la cristiandad, se han transformado tres baluartes, los conceptos de verdad, revelación, autoridad. Tres claves hoy cuestionadas y que estuvieron de base de la vivencia de nuestros mayores, ellos vivieron el agradecimiento, sacrificio, entrega.  Han perdido su lugar, quizá sustituidos por un valor nuevo: búsqueda de la autenticidad, de la libertad, de vida auténtica. Búsqueda que desconfía de la tradición y de los compromisos de por vida. Todo lo ritual celebrativo está en crisis. Hoy se tiene una disposición mayor a valorar lo nuevo y el futuro que el pasado y lo vivido. Se subraya la defensa del valor de lo individual, sin muchas influencias o guías. Aunque no se desprecie la justicia y la equidad.

Se manifiesta incomodidad ante lo ético, aunque es lo que se utiliza para criticar a los otros, todo el mundo defiende su convicción y la exige, pero por otra parte se dice que los discursos éticos ya no tienen lugar. Una sociedad con miles de éticas, pero negando el fundamento de lo ético.

La actitud mediática ante lo religioso y lo eclesial, está llena de acciones muy críticas. Centradas en las debilidades que son presentadas como la portada de lo que es la institución eclesial y su pensamiento. Pero no todo es negativo en los planteamientos actuales, la ética de la autenticidad, aunque tenga ambigüedades, tiene sus posibilidades, y de ningún modo vamos a ir atrás. Moriremos en este marco y tenemos que aprender a vivir en él.

En el mundo y en su interior

Pasó a la pregunta del lugar de la Doctrina tanto en la Iglesia como en el mundo: ¿Qué motivo es el que está detrás del pensamiento social cristiano? La fe o la razón. Hay una mezcla en todos los planteamientos que vienen lazándose sobre las temáticas actuales. Los motivos que hemos utilizado hacia fuera normalmente en la Iglesia ha sido desde el concepto de la naturaleza, la armonía. Más tarde se ha intentado la racionalidad, como en “Laudato si”, abiertos al diálogo sin abandonar el fundamento teológico, con el proceso de ver, juzgar y actuar, pero la indiferencia gana, la racionalidad se topa con la comodidad y con el bienestar propio e individual. El mensaje llega a los afectados, pero queda lejos a los demás. Las razones humanistas, de la justicia, de la fraternidad, de la opción por lo pobres, por la dignidad de todos, este argumento está viviendo un ataque directo que lo pone en cuestión, aunque nos sirve para el diálogo con personas comprometidas, aunque no sean creyentes. La cuestión de lo humano y de la base antropológica el mismo es urgente.

Perspectiva eclesial ad intra

Por nuestra parte eclesial, es verdad que tenemos la Palabra y el Evangelio, pero aún teniendo esa fuente común, tenemos pensamientos muy distintos y a veces distante. El pensamiento social cristiano ha estado muy dejado, hasta la modernidad no se comienza a elaborar con la idea de una sociedad perfectible que mirada desde el evangelio puede ser mejorable. La Doctrina Social de la Iglesia nace desde el pensamiento social sobre temas importantes de lo humano, elaborado por los papas en su magisterio ordinario, pero no conectada de una manera vertebral con la teología moral. Hemos logrado un pensamiento social cristiano de comunión y de identidad en la pluralidad. La verdad es que los pensamientos pueden ser muy distintos, pero si algo les une es el criterio de querer hacer comunidad, de enriquecerla. Pero incluso en la visión de la comunidad tenemos acentos distintos.

Josebacomillasjornadasteologia

Hemos de aceptar que sería posible en un gran porcentaje llegar a un acuerdo de este pensar cristiano y social, aunque con acentos diferentes. Lo que se refiere a la Doctrina Social tiene más consistencia eclesial. Hoy día tenemos que reconocer que la personalidad del Papa como referente universal de pensamiento, le da un liderazgo moral, aunque sea discutido. Tiene fuerza y marca referencia.

Fortalezas de la Doctrina Social

Manifestaba Joseba segura que este liderazgo es actualmente una fortaleza de la Iglesia en el pensamiento social. También consideraba como punto fuerte el carácter humanista, elemento central de la preocupación de la Doctrina, lugar de encuentro con otros pensamientos comprometidos. La dignidad humana y el bien común, para él, son valores centrales que convocan y testimonian. Esta propuesta ha de ser prioritaria en nuestra misión y se hace necesaria ante lo que viene y cuestiona el humanismo.

Otra riqueza eclesial es la universalidad, no debemos perder nunca la perspectiva universal y general. La mayoría de los foros sólo hablan desde sus lugares y de lo que conocen que es su propio cercado. La Iglesia abre ventanas y fronteras, desde orillas muy distintas. La Iglesia está siendo inspiradora de pensamiento y preocupación por lo político y lo económico y no puede dejar de hacerlo porque son las vías de lo digno y lo justo que compete directamente a la preocupación del reino de Dios.

No deja de ser un don, aunque a veces nos parezca complejo, la realidad del pluralismo eclesial, hoy día la comunión de la Iglesia, afirmó, permite un verdadero desarrollo de la libertad personal y es lugar plural de pensamiento, salvándose así del sectarismo cerrado y unidimensional. Es valor al mismo tiempo que reto cuidar la dimensión profética de su ser y hacer, para ello ha de seguir elaborando una Doctrina Social que sepa atender a todas las perspectivas que le preocupan como son la cultural, económica, social, política, ecológica, humanista.

Debilidades que nos retan e interpelan

Nos movemos eclesialmente con planteamientos muy contradictorios, tenemos seria dificultad para aterrizar y encarnar nuestros principios proclamados y presentados. Existe en este sentido esquizofrenia entre el mensaje como bondad de la Doctrina Social de la Iglesia por parte de las instituciones y el poco interés que se muestra en aplicarlas y vivirlas. En el tema económico por ejemplo observamos como las instituciones religiosas, en general, se preocupan más por la seguridad y rentabilidad de sus fondos, que por favorecer alternativas de una banca que sea acorde con los principios humanistas que anunciamos. Convivimos con indiferencia en medio de aquello que consideramos injusto y deshumanizador, en una economía que atenta contra lo humano.

En este mismo sentido, presentaba como debilidad lo que se refiere a la formación de las conciencias. Pasan muchedumbre de personas por nuestras instituciones educativas, colegios, universidades, y puede haber tenido un barniz de alguna idea ética general, pero están empresarialmente muy lejos de los planteamientos que propone nuestra Doctrina Social y sus principios. No sabemos llegar con los mensajes y los modos propios de esta cultura para lanzar lo que está dicho y pronunciado en los documentos que van surgiendo. Indico que nos falta más consistencia entre la defensa de los derechos humanos y las prácticas que tenemos dentro de nuestras propias comunidades.

Retos hoy

Abogó por la necesidad de saltar de las distinciones entre moral personal y social, eso no se puede sostener. Hoy tenemos una problemática en lo que se refiere el mundo de las relaciones y su fundamento antropológico. Lanzaba estas preguntas: ¿Qué somos y qué queremos ser la humanidad? ¿Tenemos que pensar en la familia y la sexualidad ¿La cuestión de la natalidad no es una cuestión individual, es una problemática social?

El sentido del humanismo, de la humanidad, está en crisis. La inteligencia artificial. Grandes temas que no debe ser parados. Aludió a que ahora nos estamos preocupando de la relación con los perros, pero lo que viene es la preocupación para una sociedad fragmentada y solitaria, rota afectivamente que buscará respuestas, de relaciones humanas que dignifiquen. Contaba ejemplos de cómo hay quien ya habla de que llegaremos a liberarnos de nuestros cuerpos y sus límites, y venceremos la muerte, más allá de la condición humana. Se piensa que, liberados de la biología, del cuerpo nos quedaremos con el conocimiento, con la sabiduría. Concluía sosteniendo que nos jugamos mucho en el verdadero humanismo. A esto irá ligado el concepto de trabajo, de actividad humana, de cuidados… La antropología y la moral personal está en juego en lo que está aconteciendo.

Terminaba aludiendo a retos de futuro: ¿qué ocurrirá con la presencia del mensaje cristiano, seguirá el valor de la argumentación religiosa, sabremos adentrarnos en cuestiones centrales como la tecnología? Hemos de hacerlo, tenemos que centrar nuestra reflexión sobre las crisis que están aconteciendo hoy.  Respecto a cómo viviremos en la Iglesia la Doctrina Social, manifestó que depende de la seriedad que los propios cristianos queramos darle. Nada más nefasto que separar este vivir social de la dimensión de la fe, considerándolos separados.