Tribuna

Cuando una comunidad es instrumento de paz y de amor, de cuidados humanos y divinos

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Queridos franciscanos, Juanjo, José Luis, Pepe Arenas y Ricardo:

Acabo de llegar a casa, ya reconciliado con mis rincones afectivos y de descanso. Da gusto llegar al propio hogar, pero sobre todo si se viene con la paz y la serenidad que vengo yo. He pasado diez días largos en vuestra casa del santuario de Regla, esa bendita residencia de oración que a lo largo de todo el año cumple ese cometido tan profundo de ser lugar de contemplación y ejercicios espirituales. Yo vengo siendo testigo habitual de la casa en los meses de más calor finales de julio y en agosto, algo más de una semana. Varios años paso allí la celebración litúrgica de la Transfiguración y también la festividad de Santa Clara, y tiene para mí un sentido muy especial lo que allí vivo y contemplo siempre.



En más de una ocasión me ha preguntado Pepe Arenas, cómo nos encontrábamos y qué me parecía el ambiente de la casa. José Luis, encargado de lo duro de la organización, me ha comentado más de una vez su preocupación por que todo esté a punto y organizado y cómo eso a veces le agota, porque desea hacerlo mejor y mejor.

Ser de la casa

Juanjo está muy al tanto del cuidado celebrativo y espiritual de la casa unida al santuario y con ternura y complicidad nos involucra en ese quehacer. Ricardo muy callado, junto al técnico Dani, trabaja a brazo partido y en su discreción se hace útil y cercano. Las trabajadoras se ven que son de la casa en el verdadero sentido del término y eso lo notamos en la comida, en la limpieza y en las actitudes de servicio y disponibilidad, incluido el buen humor. En este sentido el equipo lo es de verdad y de comunión, allí se crea un microclima de fraternidad y trabajo que envuelve y facilita la sensación de hogar y de comunidad.

Casa de espiritualidad de los franciscanos en Chipiona

Casa de espiritualidad de los franciscanos en Chipiona

Imagino que, en vuestras reflexiones, y en la de vuestra provincia franciscana, se preguntarán por el sentido de la casa, sobre todo en estos meses. Puede dar la sensación de que se convierte en un lugar de vacaciones y de turisteo, pero yo quiero confesaros lo que he visto y oído en los años en que paso unos días allí. Sólo me voy a detener en las personas y personajes, a vuela pluma, que hemos estado este año en estos días para dar testimonio de la transfiguración de ese lugar en clave de reino y de fraternidad, como referencia de un mundo nuevo.

Sacramento del reino

El Movimiento de Profesionales Cristianos, que acompaño como consiliario, estamos en un trienio de reflexión profunda acerca de los cuidados como señal y sacramento del reino y de la misión de la Iglesia hoy en el mundo, en la sociedad. Desde esta perspectiva doy cuenta de ello:

  • Bendigo a Dios por la comunidad franciscana que formáis, por lo distintos que sois, pero el testimonio de unidad y cercanía que dais. Uno a ello la grandeza de la enfermería de los mayores que sabemos que tenéis junto al santuario y la alegría que da el que pasen por las estancias del patio con sus historias y sus ganas de alegrar y comunicar con todos. Considero que es de un enriquecimiento mutuo y he visto detalles de acercamiento a los mayores que me han seducido por pate de personas que estaban alojadas en la casa.
  • Bendigo por las personas, familiares de franciscanos, que siguen manteniendo una relación viva con vuestra orden como verdadera familia, que gozan de una estancia entre vosotros con un sentido de fe y fraternidad especial.
  • Bendigo por las religiosas que pasan por vuestras estancias, unas en silencio y orando, otras en comunión con hermanas para estar juntas y descansar en clima de espiritualidad y de contacto con la naturaleza en la luz, el agua… esos paseos de mañana temprano, esa oración compartida, la eucaristía en el centro de sus horarios.
  • Bendigo por la grandeza de hermanos franciscanos que vienen con familiares y dedican días a ellos en un clima de serenidad y de paz. Me encanta cuando entre esos familiares están los más débiles por mayores o por limitaciones físicas o psíquicas.
  • Bendigo esos grupos de sacerdotes que deciden estar juntos unos días en el descanso, en un lugar que no les saca de su horizonte de ministerio y de comunidad, sino que les ayuda a saber salir de las prisas, la eficacia, el agobio para hablar, pasear, comer, bañarse, celebrar, en la mayor paz y libertad, incluso de horarios. Las conversaciones, confidencias, humor, gestos…. Han sido tanto y tan buenos, que el Tabor se repetía a cada instante y bien explícito que lo hacíamos: ¡Qué bien se está aquí¡ Hasta mi compañero Casto me hablaba que no era lo mismo estar delante de un hotel cuando estas bañándote, que estar mirando el santuario con su luz y su color, todo ayuda.
  • Bendigo, a sacerdotes, que vienen y buscan este lugar porque es asequible para personas con dificultades y límites. Este año había varios, que vienen con personas de sus parroquias y comunidades, facilitando el compartir su descanso aquí en la playa de un modo tan ministerial y tan servicial. Un verdadero ejemplo de pastores entregados a su comunidad, en especial a los débiles. Igualmente, algunos jóvenes que, tras un año de trabajo y lejanía de los suyos, se vienen una semana con sus padres y en este espacio gozan juntos. Y cómo no por los que son  sacerdotes y religiosos más mayores y  encuentran aquí más que descanso comunidad y cercanía para estos días de brisa y luz.
  • Bendigo por algunas personas que me sorprenden, que se pasan los días de estancia sirviendo y acompañando a los que ven que estás más débiles y solos. Este año me reía con Carmen, una enfermera jubilada enamorada de su profesión, y le decía que tendrían que darle un sueldo o ponerle un hábito de franciscana, porque se pasaba la jornada atendiendo y cuidando a los que veía que podían necesitar algo, y lo hacía con una discreción total.
  • … Y podría seguir bendiciendo. Pero estos son razones de una transfiguración de ese lugar que es de bendición y de cuidados en un nivel extraordinario. Los que vamos allí buscamos lo que encontramos un lugar de gracia y de paz, que nos descansa a la vez que nos eleva y nos repone en la tarea del reino. La razón de estar allí no es de turistas sino de hermanos y el lugar se transfigura en experiencia de reino sencillo y callado. Hasta los más pequeños se dan cuenta, ayer se me acercaba un niño que pronto comenzará la catequesis y me preguntaba que donde hacía yo la misa durante el año que él quería ir… y me tocó mi corazón, me lo transfiguró, ese mismo día el evangelio hablaba de los niños y su importancia, de ser como ellos.  Motivos para seguir esperando y para querer esa casa como lugar de revelación y encuentro.
  • En Santa Clara, no faltan los langostinos ni la manzanilla de la tierra, aunque vengan de muy lejos (jejeje), no faltan las risas y los cantos, pero sobre todo abunda el espíritu franciscano.
Casa de espiritualidad de los franciscanos en Chipiona

Un franciscano en la casa de espiritualidad de Chipiona

Querida comunidad: sois instrumento de paz y de amor, de cuidados humanos y divinos, no lo dudéis y sabed que os necesitamos y os agradecemos este lugar y su disponibilidad tan buena para todos.

Paz y bien.