El 16 de diciembre se han celebrado 45 años de existencia de Comisiones Obreras en Badajoz. El encuentro festivo ha estado marcado por una mirada retrospectiva, recordando el camino recorrido durante estas más de cuatro décadas. Se han traído a la memoria muchos acontecimientos vividos en una época social y política de grandes cambios, donde el sindicato ha tenido una participación activa y reivindicativa, apuntando siempre a la consecución de un mundo más justo. Ha sido acompañante de la clase obrera y trabajadora, frecuentemente marginada y oprimida.
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Junto a los acontecimientos, el acento se ha puesto en las personas. Las fotos proyectadas han hecho presentes los rostros de hombres y mujeres que han dado vida al sindicato. Además de considerar a algunas personas que han tenido relieve en la historia de esta organización sindical, se ha reconocido especialmente la labor de un grupo de sacerdotes, alrededor de 30, que tuvieron un protagonismo especial en épocas pasadas desde una cercanía grande a CCOO, algunos de ellos como militantes y/o afiliados. Se han entregado placas, casi todas a título póstumo, a seis de ellos, en los que se ha personalizado a todos: los oblatos Eugenio y Otilio, Jesús Martín, Santiago Moreno, Juan Miguel Refoyo y Fermín Solano, el único superviviente. Curiosamente, solo uno natural de Extremadura, pero todos ellos llevando una labor encomiable en esta tierra nuestra.
En su nombre
Fui invitado a recoger la placa dedicada a Santiago por ser el actual párroco de Jesús Obrero en el Cerro de Reyes de Badajoz, donde él desarrolló su tarea ministerial durante bastantes años. Lo le vivido como un privilegio, tanto por recibirla en nombre de Santiago como por hacerlo en representación de una parroquia y un barrio a los que él estuvo tan unido y que ahora me han tocado a mí servir.
Considero que tanto él como sus compañeros homenajeados son un referente. Se ha reconocido en ellos el ser curas de pueblos y barrios obreros; más aún, ser curas obreros. Lo han sido desde su fe y por causa de su fe. Siendo imitadores de Jesús y viviendo en fidelidad al Evangelio, han llevado una vida encarnada en una realidad donde estaba presente la pobreza y, con ella, la ausencia de justicia y libertad.
Tiempos de turbulencias
No eran tiempos de bonanza, sino más bien de turbulencias sociales y políticas, marcadas por la dictadura y la Transición y una situación eclesial en la que la celebración del Concilio Vaticano II despertaba ilusión, al mismo tiempo que resistencia a los cambios que se vislumbraban. La Iglesia miraba con recelo cualquier atisbo de pérdida de su situación de privilegio en un régimen de cristiandad.
En un ambiente así, estos compañeros eran mirados con recelo y tildados de sospechosos, como le pasó a Jesús, el obrero de Nazaret. Igual que él, ellos pasaron como uno de tantos y actuaron como cualquier obrero, haciendo suyas las penalidades y luchas de la clase trabajadora. Optaron por una vida comprometida y organizada. A ello les ayudó su pertenencia y/o relación con movimientos especializados de Acción Católica, como la HOAC, la JOC, los Scouts y con organizaciones políticas y sindicales. La Doctrina Social de la Iglesia, tan rica de contenido como pobre de aplicación, fue para ellos sustento doctrinal y empuje vital.
Ejemplo de vitalidad evangélica
Los lugares donde estos sacerdotes ejercieron su ministerio reconocen agradecidos su entrega generosa y la fecundidad de sus esfuerzos. Ellos fueron ejemplo cercano de vitalidad evangélica. Su rebeldía ante situaciones de falta de dignidad y de ausencia de respeto a derechos fundamentales, sobre todo de los más de los pobres, ha sido ahora homenajeada por un sindicato de clase obrera.
Me duele que la Iglesia de Mérida-Badajoz, a la que se dieron generosamente, no haya tenido la sensibilidad necesaria para reconocer el esfuerzo de muchos sacerdotes y hombres y mujeres, religiosos y laicos, que se esforzaron en traducir en actitudes y comportamientos la dimensión socio-política de la fe, tan poco desarrollada y tan necesitada en los tiempos que corren. Lo que son las cosas. Ojalá “habrá un día en que…”.
Se adelantaron a Francisco
Expreso mi admiración por quienes han cumplido con antelación estos mensajes del papa Francisco: “La participación en la vida política es una obligación moral” (Evangelii Gaudium, 220)… “Una auténtica fe siempre implica un profundo deseo de cambiar el mundo, de transmitir valores, de dejar algo mejor detrás de nuestro paso por la tierra. (…) La Iglesia no puede ni debe quedarse al margen en la lucha por la justicia. Todos los cristianos, también los pastores, están llamados a preocuparse por la construcción de un mundo mejor” (EG 183). Gracias, compañeros y hermanos.
Ojalá que su ejemplo nos impulse en la lucha por lograr vida digna para todos y que las dificultades del camino no nos hagan perder la esperanza de conseguirlo.