El Diccionario de la Real Academia define una chilena como “remate de espaldas a la portería contraria con los dos pies en alto”. Los que vieron la fenomenal “chilena” de Cristiano Ronaldo contra la Juventus no necesitan más explicaciones… Pero esta no es una crónica deportiva, aunque me atrevería a decir que el papa Francisco acaba de hacer un remate muy certero a la crisis provocada en Chile por el escándalo de abusos sexuales.
Ahora que ya han pasado algunas semanas de su visita apostólica a Chile (15-18 de enero), está claro que alguien le metió un gol al Pontífice al no haberle facilitado una “información veraz y equilibrada” acerca de las acusaciones a varios obispos de haber, al menos, encubierto al sacerdote Fernando Karadima”.
El objetivo número uno de esas acusaciones es el obispo de Osorno, Juan Barros. Este fue ordenado sacerdote en 1983 por el entonces arzobispo de Santiago de Chile, el cardenal Fresno, del que había sido secretario personal. En 1995, fue nombrado obispo auxiliar de Valparaíso y consagrado por el cardenal Jorge Medina. Era entonces nuncio Piero Biggio. Cinco años más tarde, fue nombrado obispo de Iquique; el nuncio en Santiago era Aldo Cavalli. En 2004, accedió al puesto de obispo castrense, hasta que en 2015 Francisco le trasladó a la Diócesis de Osorno, siendo nuncio Ivo Scapolo. Pregunto: ¿ninguno de los tres nuncios implicados detectó, al hacer los correspondientes expedientes, este inquietante aspecto de su vida?
Osorno no cesa en su petición de que cesen a Barros
Si sus anteriores nombramientos episcopales no habían suscitado reacciones contrarias, al ser elevado a la Diócesis de Osorno la polvareda fue enorme y su toma de posesión en la catedral resultó muy alborotada. Las acusaciones contra el prelado se fueron concretando, y llegó a constituirse una asociación de laicos que no ha cesado de pedir su dimisión. Peticiones que no tuvieron eco alguno, no faltando miembros de la jerarquía chilena –incluidos los cardenales Errázuriz y Ezzati– que las tacharan de privadas de fundamento.
Con notable falta de tacto, Barros se presentó en la misa que Bergoglio celebró en el Parque O’Higgins de la capital y en otros momentos de la visita. Conocida de todos es la respuesta que el Papa dio a dos intrépidos reporteros que le interrogaron sobre el ‘caso Barros’: “No hay una sola prueba contra él, son todo calumnias”. Ya en el avión de regreso a Roma, pidió disculpas por haber empleado la palabra “prueba”. Días después de su regreso a Roma, envió a Charles Scicluna y al sacerdote Jordi Bertomeu para llevar a cabo una investigación a fondo y escuchar personalmente los testimonios de las víctimas.
Estos han sido tan contundentes que Francisco comprendió que los que le habían metido el gol eran gentes de su propio equipo; un autogol. Pero el remate –la enérgica carta y la invitación a los cardenales y obispos chilenos a venir a Roma– va a cambiar el marcador de esta partida “a la chilena”.