Tribuna

De cohousing, beguinas y otros monacatos

Compartir

Andaba yo planteándome acogerme a un cohousing, de los muchos que surgen ahora en la geografía española. Complejos de viviendas con espacios comunes que comparten personas que se sienten unidas por unos ideales, un estilo y una filosofía de vida concretos.



Reflexionando sobre ello, pensaba yo si esta especie de sinergia domiciliaria no será una suerte de movimiento monacal secular, que, salvando las distancias con los primeros padres o la orden de San Benito, sí comparte con ellos esa necesidad de hacer comunidad con un mismo sentir. De tal modo que para pertenecer a cualquier cooperativa de este tipo, se requiere una entrevista previa y la asistencia a reuniones y actividades que el grupo de miembros realiza en los previos a la construcción y adjudicación de viviendas. Casi un postulantado y un noviciado antes de dar el paso a compartir una forma de vida.

A disposición de la comunidad

También existe la noción de “poner bienes en común”, pues el socio de la cooperativa no adquiere una casa en propiedad. No. El cohousing se establece como propiedad pro indiviso, con lo que al abonar tu parte, te conviertes en propietario de una cuota de la totalidad, que sólo podrás transmitir a un tercero si la comunidad considera, por votación, que el nuevo socio participa de los principios morales en los que se basa la cooperativa: acogida, sostenibilidad, talentos puestos a disposición de la comunidad, respeto al medio ambiente…

Una mujer pasea por una playa de Valencia

Una mujer pasea por una playa de Valencia

Valores, por otra parte, eminentemente cristianos, y que ya habían recogido tras el Vaticano II muchas comunidades (masculinas, femeninas, mixtas de célibes, consagrados  y casados) que fueron naciendo  junto a las órdenes y congregaciones institucionalizadas.

En este sentido, es igualmente cierto que ha surgido, tanto en el mundo rural como en el urbano, una suerte de beguinatos que pueden pasar desapercibidos.

Sororalmente

Muchas mujeres -y hablo de mujeres porque somos mayoría según la estadísticas- vivimos  solas, pero en comunión con un grupo, con el que oramos, reflexionamos y vivimos la fe comunitariamente, formando una verdadera “comunidad monacal dispersa” espacialmente, pero no en lo que  sororalmente se refiere.

Mujeres_en_el_Sinodo9

Quiero decir con esto, que las nuevas realidades sociales beben en gran parte de las iniciativas monacales del mundo creyente, y a la vez, los católicos, hombres y mujeres de hoy somos conscientes de que la inserción de nuestra fe en las nuevas realidades constituye una llamada  a tomar nuevos compromisos y a ser cristos en la sociedad compleja en la que nos ha tocado vivir. Un reto apasionante.