Tribuna

De la última fila a votar en el Sínodo, pero…

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Parecería el juego de la oca si no fuera porque aquí no tiramos cuando nos toca (ni nos dejan tirar). Sin embargo, en poco tiempo y para lo que es el tiempo en la Iglesia, no podemos negar que hemos avanzado algo desde las casillas en las que estábamos, perdón, nos tenían, y temiendo siempre el peligro del pozo, la posada, el laberinto, la cárcel y la calavera, que nos obligarían a retroceder, a esperar que alguien pasara por ahí, o directamente tendríamos que volver a empezar, intentamos seguir avanzando.



Todo empezó en octubre del año 2015, en Roma, cuando se celebró la XIV Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, dedicada a la familia, en concreto a ‘La vocación y la misión de la familia en la Iglesia y en el mundo contemporáneo’. En algunas imágenes, al fondo de la sala, en las últimas filas de los asientos, se veían personas que no pasaban por ser cardenales u obispos. Entre estos asistentes había algunas mujeres que acompañaban a sus maridos y cuya voz nunca se escuchó porque acudían en calidad de “señora de…” y, evidentemente, la voz que sonó fue la de sus esposos.

Pero entre esas mujeres hubo una laica que, asombrosamente, acudió en calidad de sí misma. Era Lucetta Scaraffia y nos dejó una de las reseñas más interesantes, profunda en sus apreciaciones y, a la vez, tristemente divertidas de ese sínodo que llevaba por título la última de la fila. Poco tiempo después la amplió en un libro titulado ‘Desde el último banco. Las mujeres en la Iglesia’, editado por la editorial PPC. Libro que nunca pierdo la oportunidad de recomendar.

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Faltan unos meses para que llegue el sexto aniversario de ese sínodo y la Iglesia anda inmersa en la preparación del que será el próximo sobre la Iglesia y la Sinodalidad, en concreto, ‘Por una Iglesia sinodal: comunión, participación y misión’, cuando en febrero salta la noticia: Nathalie Becquart, Xavière, como le gusta presentarse a ella, ha sido nombrada por Francisco subsecretaria del sínodo ¡con derecho a voto! El otro subsecretario elegido fue el agustino español, Luis Marín de San Martín que, mediáticamente no ha acaparado los focos que se dirigieron hacia su nueva compañera de trabajo.

En menos de seis años el cambio ha sido asombroso porque entre medias otros nombramientos para puestos desempañados hasta entonces por cardenales o por varones laicos, están ahora en manos de mujeres. El último, el de la biblista Nuria Calduch-Benages como secretaria de la Pontificia Comisión Bíblica. Sin embargo, esto no quita para reconocer que la mentalidad que vive asustada porque estos cambios se den, está ahí, tal vez un poco paralizada por las sorpresas de Francisco, pero ahí sigue. Y la mentalidad que no cambia porque no quiere, se convierte en un bastión de peligro.

El próximo sínodo promete y no solo por sus dos subsecretarios, sino porque el tema en el que desea profundizar es tan importante para la Iglesia como apasionante para sus miembros. O debería, porque comunión, participación, y misión son tres pilares fundamentales que nos afectan a todos los miembros de la Iglesia por igual.

Comunión

Hace unos días, en el marco del Día Internacional de la Mujer, la editorial PPC convocó un Foro donde Lucetta Scaraffia, Spido Freire, y Carmen Soto, dialogaron en torno a la pregunta ‘¿Cristiana y feminista a la vez?’ No cabe la menor duda de que se puede ser cristiana, católica y feminista. Cada una de ellas expuso realidades que, aunque a algunos –puede que a muchos– les suenen raro o inconcebibles, siguen presentes hoy, cada día, en nuestra Iglesia.

A tenor de lo que contaron, me iba preguntando cómo se articulará el próximo sínodo ya que la comunión, participación y misión, estaban presentes en lo que estas tres mujeres decían, aunque en la mayoría de los casos esa presencia resultaba evidente, paradójicamente, por la ausencia de comunión, participación y misión que parece haber en la Iglesia con respecto a la mujer.

Quienes me lean habitualmente saben que intento mantener un tono que no crispe mucho más los ánimos de lo que ya lo están, sin embargo, reconozco que no es fácil hacerlo cuando una buena parte de la jerarquía desprecia por principio la reflexión, aportación, comentario o mano tendida que llega de las mujeres. La parte de la jerarquía que no lo desprecia, tampoco se moja reconociendo nuestras aportaciones públicamente lo que implica que, a la hora de la verdad, todos pasen por mantener la misma actitud.

En este panorama, ¿cómo se va a abordar la comunión en el próximo sínodo? ¿Desde qué ángulo se va a mirar? ¿Se va a admitir en teoría lo que luego no se va a vivir en la práctica? Habrá que estar atentos.

Participación

La participación de las mujeres en la Iglesia no pasa exclusivamente por poder ser sacerdotes. El diaconado, solo cuando se desvincule del sacramento del orden, podría darse como posibilidad, aunque estoy plenamente convencida de que en esta forma de Iglesia que tenemos ahora, eso será imposible. Tal vez en un futuro, con una Iglesia que supere ampliamente su actual estructura sea viable.

Ser Iglesia es algo diferente y no se puede centrar exclusivamente en el oficio o encargo pastoral que se desempeñe. Es verdad que, el reto para las mujeres, está en poder desempeñar encargos pastorales que hoy en día son factibles y así se ven en algunas diócesis y, sobre todo, sirve para que la comunidad en general vaya tomando conciencia.

Es verdad que el tiempo en la Iglesia corre más despacio porque algunos llevan siglos empeñados en que corra más despacio; es verdad que a las mujeres nos ha importado poco cómo funcionaran los relojes de algunos porque hemos estado donde y cuando debíamos estar cuando hizo falta; es verdad que no necesitamos que nos digan lo que tenemos que hacer porque lo sabemos.

En este panorama, ¿cómo va a abordar el próximo sínodo la participación plena de todos los miembros de la Iglesia? ¿Cómo va a interpretar y, sobre todo, a comunicar en qué consiste esa participación? ¿Hasta dónde va a permitir o consentir que llegue? ¿Cómo la va a hacer creíble si sigue cerrando parcelas enteras de la Iglesia a las mujeres? Habrá que estar atentos.

Misión

 “Ve y diles…”. Esa fue la misión que Jesús resucitado encomendó a una mujer, María Magdalena, porque sobre quién había decidido edificar su Iglesia, Pedro, fue, vio, se marchó, pero no anunció. El Evangelio lo cuenta. No hace falta mucha exégesis ni mucho comentario añadido. Lo único que cabe destacar es que no todos llevarán a cabo la misión de la misma manera porque la riqueza de los carismas así lo permite.

Desde el mismo momento del bautismo todos estamos llamados a participar en la misión. La misión es de todos y para todos, ¿cómo articulará las diferentes maneras de abordar la misión el próximo sínodo? ¿Aprenderá a valorar, toda la Iglesia, las diferencias que enriquecerán sin la más mínima duda la misión que le ha sido encomendada? ¿Aceptará como modelos para enseñar las diversas maneras que las mujeres han empleado en la historia para hacer realidad esa misión? Habrá que estar atentos.

El jardín de la oca

El juego de la oca termina cuando el ganador llega a la casilla final, el jardín de la oca; hay versiones del juego que se van actualizando con otras referencias, pero, en esencia el juego sigue siendo el mismo y las casillas de penalización idénticas. Hace un tiempo hice una reflexión sobre el Gatopardismo en la Iglesia. El jardín de la oca es una cosa y meterse en un jardín otra muy diferente. Algunas veces da la sensación que la Iglesia anda metida en un jardín con respecto a las mujeres del que no sabe muy bien cómo salir, más bien escapar. Creo que eso pasa porque solo es capaz de ver el barro que mancha los pies cuando uno está en un jardín, y no es capaz de ver los frutos con los que se puede salir de un jardín cuando se trabaja codo a codo.

La Iglesia no puede solo cambiar la interfaz para hacer creer que ha cambiado su comportamiento con las mujeres y, a poco que se profundice, ver que todo sigue igual. La credibilidad de la Iglesia está en hacer realidad, en vivir la Palabra, y la Palabra no puede ni debe ser manipulada.

Pasar de la última fila a votar en el sínodo está muy bien y evidencia una voluntad de cambio, pero… ¿toda la Iglesia tiene voluntad de cambiar?