Tribuna

De pastor (Morga) a pastor (Carballo), gracias por lo que nos toca

Compartir

Recordaba con cariño aquella celebración, llena de solemnidad, en la que Don Antonio Montero expresaba su sentir al dejar la sede de Mérida-Badajoz por jubilación y se incorporaba don Santiago, también la que fue propia para la sucesión de éste por don Celso. Y esperaba con interés la vivencia de esta última en la que se incorporaba don José Rodríguez Carballo.



Hubo en la celebración muchos detalles de sentir creyente y humano que invitaban a participar y generaban emociones en los que participábamos. Ya hice eco en otro escrito del mensaje de monseñor Carballo al finalizar la liturgia. Hoy quiero hacerlo considerando el quehacer y las palabras del que presidía el acto por ser el arzobispo titular de Mérida-Badajoz, don Celso Morga.

Sucesión apostólica

Me fijaba yo en cómo le hablaba al hermano pastor que se incorporaba a la labor apostólica en esta sucesión de tradición que viene de lejos, desde el siglo tercero en la sede de Mérida, a lo que él le llamaba milagro, y me llamaba también la atención cómo expresaba lo que piensa y valora de nuestra iglesia y de los que la formamos, cómo le decía al nuevo pastor, lo que son las riquezas de esta tierra y de este pueblo extremeño, de este rebaño querido del Señor. Hablaba como un apóstol acogedor y abierto ante el que llega en nombre del Señor a compartir tarea y como un hombre conquistado por el amor de lo encontrado en su pastoreo en esta iglesia y logrado también con su cariño y bondad entregada en este casi decenio de ministerio aquí.

Una…

A Monseñor Carballo le habló con claves apostólicas y evangélicas con radicalidad afirmando que sólo hay un Pastor, y que lo suyo es un ministerio, aquello del “minus” para poder ser portadores del “maior”, ministros y embajadores suyos, para administrar y servir su bondad y su gracia. Fue a lo esencial a lo que se refiere a su quehacer y misión, compartida con el presbiterio, como es el servicio a la unidad y a la concordia fraterna como familia de Dios, teniendo como centro la eucaristía, comida de la comunidad en la unidad. Subrayó que sin verdadera y profunda unidad por encima de las diferencias y de la diversidad no hay verdadera evangelización. Unidad que hemos de abrir a otros hermanos cristianos y otras religiones en lo que se refiere al amor y el bien común.

Santa…

Y hablando de la realidad diocesana, se notaba el discurso de un padre ganado por el amor y la benevolencia para con sus hijos, invitando a trabajar por la santidad de la iglesia, habló de nosotros diciéndole a José que aquí iba a encontrar muchos santos de la “puerta de al lado”. A los sacerdotes nos piropeó, lo cual nos agrada y nos anima, cuando dijo: “Encontrarás un presbiterio  sencillo, sin  sutiles   clericalismos, cariñoso   y noble, trabajador y sincero, alegre y culto, con fallos también lógicamente y con posibilidad de mejorar. Lo he vivido y experimentado. Me siento muy contento de pertenecer, ya de por vida, a este presbiterio de Mérida-Badajoz”.

No se olvidó de la riqueza sin límites de la vida religiosa tanto en las comunidades contemplativas como las de vida activa, signo también de esa santidad de la Iglesia. Y subrayó lo que es la base firme y real del pueblo de Dios: “En la vida ordinaria de muchísimos fieles normales, que saben gastar su vida sirviendo a Dios y a la Iglesia, sin hacer ruido, en sus propias familias, en la educación de sus hijos, en su  trabajo ordinario, en los hospitales  y  casas  para  ancianos,  en  los  colegios,  en  las  parroquias,  en  las Hermandades y cofradías, en los movimientos y asociaciones apostólicas, también en la administración pública y en la vida militar…”.

La valoración era paterna pero no ciega, reconocía como sigue cumpliéndose el Evangelio de la buena semilla que se entremezcla todavía con la cizaña y eso nos llama a la vigilancia y al compromiso de seguir trabajando y cuidando que el evangelio se meta por todas las rendijas del vivir diario, dentro de la Iglesia y en el mundo.

Puesto que has sido fiel en lo poco

Después de casi diez años de ministerio entre nosotros es claro que ya formamos parte de su historia y de su vida, porque él, a su manera, ha estado pendiente de nosotros, nos ha acompañado y ha pretendido ser bueno con todos, que a todos llegara el deseo de lo mejor, el respeto a la singularidad, el perdón a la debilidad, el ánimo a las ilusiones, la ayuda a los proyectos. Su debilidad no se ha cerrado a la riqueza del Dios de la historia con nosotros, por eso nos alegramos que puedan estar un tiempo juntos nuestros pastores, el que termina sus responsabilidades directas y el que va a tomarlas, que puedan hacer caminos juntos para que la savia del pueblo creyente y la suya ministerial se aúnen y podamos servir mejor a la unidad y a la santidad de esa Iglesia soñada por todos.

Gracias don Celso, usted también formará parte siempre de nosotros, no sólo porque así lo cuenten las actas históricas sino por lo que ha tenido de conexión y cercanía con nuestras vidas y con nuestra historia. Un arzobispo venido de la lejanía de los despachos y de la burocracia, y sin embargo ha sido muy cercano, humano y sencillo.  Hemos visto sus virtudes y no nos ha ocultado sus defectos, en todo ha querido ser hermano. Gracias.