¡Estamos de enhorabuena! Ha terminado la fase diocesana del Sínodo, que no este, e iniciamos el curso con todo fresco en la cabeza. Aquello que dijimos en los grupos y que fue recogido en las síntesis diocesana y nacional está disponible para refrescar la memoria. Nuestra voz sonó clara, con contenido y fuerza y, ahora, tenemos la gran oportunidad de iniciar el curso viviendo las primeras prácticas sinodales.
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El momento oportuno
En muchas diócesis se van a empezar a aplicar los Planes Pastorales que quedaron aparcados porque el Sínodo requería toda la atención, y que venían desde “arriba”, según la rancia explicación de “porque siempre se ha hecho así”. Sin embargo, estamos en un momento en el que los cambios pueden hacerse evidentes. ¿Y si en lugar de aceptar un Plan dado, elaborado por expertos (de los que rara vez se conoce el nombre) lo hiciéramos entre todos? Los cambios tienen que venir ya desde “abajo”. ¿Practicamos un poco?
A la hora de elaborar un Plan Pastoral entre todos, todos deberemos tener unos cuantos puntos claros para poder llevarlo a cabo. Algunos de estos puntos serían, por ejemplo, conocer la situación real de la diócesis, lo que equivale a transparencia en todas las áreas; no tener prisa por tener el Plan terminado, estamos empezando a rodar de manera sinodal y llevará un poco de tiempo; evidentemente, conocer las directrices de gobierno del obispo es más que necesario porque, de lo contrario, daría la sensación de que el obispo actúa como un señor feudal de su territorio sin querer compartir nada con quienes caminan con él; todo lo aportado en los grupos sinodales debería ser recogido y tenido en cuenta, porque manifiesta las preocupaciones concretas de quienes viven en la diócesis (incluso aunque no se declaren creyentes) y señalarían líneas esenciales en el Plan Pastoral; en la elaboración del mismo deberían participar sacerdotes -independientemente de sus encargos pastorales- y laicos; y tener claro que los grupos donde se trabaje el Plan Pastoral nada tendrán que ver con las formas de trabajo que han seguido durante la fase diocesana del Sínodo.
Frente a las resistencias
Ahora estaríamos hablando de diseñar formas de pastoral concretas para la diócesis: realidad rural, urbana, universitaria, parroquial, de reforma de costumbres. Algo nuevo, diferente, creativo, atractivo… Después de todo, la pastoral ya apunta a ir evolucionando de la pastoral de planes –que pocas veces han funcionado porque son mayoritariamente idearios y no planes evaluables– a la pastoral de actitudes. Nosotros podríamos ser los artífices de este cambio necesario, es más, urgente. Suena bien, ¿verdad? poder hacer esto entre todos.
El cambio va en serio. Comprendo que hay personas a las que cuesta aceptar que algo nuevo está naciendo, ¿no lo notáis? Las resistencias solo proyectan una imagen patética de quienes se resisten –no abiertamente por supuesto– porque no vaya a ser que se pierda un gramo de poder, sin ser conscientes que perder ese mal gramo de poder vale toneladas de autoridad moral.
¡Vamos! ¡Ánimo! En las diócesis donde no se proponga el trabajo conjunto del Plan Pastoral, digámosle al obispo que queremos hacerlo. Estoy segura que, en su mayoría, se alegrarán al ver la buena disposición, el interés, y el deseo de empezar a ser sinodales de verdad.
El cambio ha venido para quedarse. Recordemos que estamos en pleno proceso espiritual -que eso es la sinodalidad- y si el proceso es espiritual, ¿hasta qué punto no implicarse o intentar frenarlo no es llevarle la contraria al Espíritu?
¿Sinodales o ranciamente feudales? That is the question…