Tribuna

Desafíos de los católicos en el Uruguay

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Voy a comenzar reconociendo una pequeña trampa que me tomé la libertad de hacer al aceptar la invitación de escribir esta columna, la cual, ciertamente, agradezco.  La propuesta original consistía en escribir sobre ‘desafíos de los católicos en el Uruguay’, pero voy a escribir sobre un desafío, o incluso un riesgo que veo presente, también, más allá de las fronteras de mi pequeño país.



Bien sabemos que la pandemia ha puesto de revés una infinidad de aspectos de nuestra vida: las formas de trabajo y estudio, la vida social, el deporte y tantas otras, por hablar solo de aquello que atañe a la esfera personal.

A la par de estas modificaciones, podemos constatar, también, que la cantidad de tiempo que en promedio pasamos ahora frente a una pantalla es mucho mayor al que pasábamos hace un año y medio atrás. Y notemos que esto se da en todas las edades, de niños a mayores.

Este fenómeno ha dado lugar a que estemos expuestos a un volumen de información que difícilmente seamos capaces de procesar adecuadamente y si a eso le sumamos el “efecto algoritmo”, por el cual algunas páginas tienden a recomendarnos siempre contenido similar al que consumimos con el objetivo de tenernos todavía más tiempo frente a la pantalla, la situación empieza a volverse digna de atención. ¿A qué me refiero concretamente?

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Ideologización de la fe

He detectado a lo largo del año pasado, y hoy en día también, cómo mucha de esa información que algunos consumen adquiere rápidamente un valor desproporcionado, similar al de una verdad revelada que se vuelve, por lo tanto, indiscutible. Este es el problema central que quiero enunciar aquí: veo cada vez como algo más real el riesgo de una creciente ideologización de la fe, con la consecuente polarización eclesial que esto conlleva.

Temas como la Asamblea Eclesial de América Latina, la sinodalidad de la Iglesia, las vacunas contra el Covid-19 o la forma de recibir la Sagrada Comunión son tratados en algunos ámbitos con una firmeza que resulta excesiva. Algunas ideas alcanzan (o pretenden alcanzar) un estatuto dogmático que, no solo no les corresponde, sino que entorpece el hábito de pensar, porque entorpece el recto ejercicio de la razón al hacer pasar por incuestionable algo que no lo es.

Ahora bien, no se trata solo de ideas ni solo de ideologías, sino de una ideologización de la fe, es decir, de una creencia común que nos aúna como miembros de la Iglesia, que se pretende transformar en una nueva “creencia”, según la cual esta idea que sostengo es una consecuencia que deriva de la misma fe y, por tanto, y este segundo punto es fundamental, no puede ser de otra manera, ni para mí ni para otro. La fe conduce a esto y no a otra cosa y quien piense lo contrario está errado, o no es tan inteligente, o no es tan santo, o tan «aggiornado», o tan comprometido.

Esta ideologización, o esta peligrosa transformación de algunas afirmaciones o ideas en elementos absolutamente incuestionables e irrenunciables, supone un desafío para quienes buscan vivir en el mundo su fidelidad a Cristo y principalmente para quienes tenemos alguna responsabilidad en la formación de laicos para el servicio político, económico y social. En cuanto a nosotros, confiando en Aquél que todo lo puede, es un desafío que desde la Academia de Líderes Católicos aceptamos con gusto y gratitud.


Escrito por Pbro, Mathias Soiza, vicario de Pastoral de la Arquidiócesis de Montevideo y responsable de la Academia de Líderes Católicos Uruguay