Tribuna

Desde la frontera de México con Estados Unidos: Y el hombre levantó un muro

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He tenido la oportunidad de hacerme presente en la frontera de México con Estados Unidos (EE. UU.), en el punto más caliente de la llamada “Caravana de Honduras” que avanza, como el pueblo de Dios por el desierto buscando una nueva tierra prometida. Me ha llevado mi amiga Pati, profesora de Teología, que conoce la situación. Gracias a ella.

Hombres, mujeres y niños que huyen de la guerra, de la injusticia establecida y de la ausencia de futuro por culpa de regímenes corruptos y dictatoriales que se perpetúan en el poder y no hay democracia que los consiga expulsar. Hablamos de entre 5.000 y 7.000 centroamericanos.

He podido contemplar ese muro de la vergüenza de Tijuana que se levanta, rematado por alambres cortantes, concertinas, y que se adentra en el mar, al tiempo que lo contemplan algunos inmigrantes, llegados de distintos países con el deseo de saltarlo, con poca esperanza de conseguirlo.

El muro de la vergüenza

El muro de la vergüenza es el símbolo de la humanidad fracasada que no ha encontrado el camino para disfrutar de esta tierra que Dios nos ha regalado con todos los hombres, nuestros hermanos. Dios creó el mundo y vio que era bueno y, de inmediato, los hombres levantaron los muros y fronteras y se empeñaron en hacernos creer que son buenos y necesarios. Dios creó un solo mundo y nosotros lo henos dividido en tres, según los bienes y oportunidades que cada uno se ha ido apropiando.

Pero, tal vez, la pregunta más molesta y desconcertante es esta: ¿quién ha puesto en marcha esta caravana de la miseria que se dirige hacia Estados Unidos con la intención de penetrar en el país para quedarse en el primero de los mundos?

Piensan algunos que ha sido una reacción espontánea, obligados por la necesidad angustiosa en que viven en sus países de origen, pero eso no se lo cree nadie. No es fácil poner de acuerdo a tantos hombres, y de distintos países, para lanzarse a una aventura de este tipo con tantos riesgos y peligros. Alguien misterioso está detrás de este éxodo que está causando tanto sufrimiento y está logrando inquietar a medio mundo. Parece que el detonante se produjo cuando el propio vicepresidente de EE. UU., Mike Pence, pidió frenar la inmigración.

Una juventud sin futuro

He podido ver a los jóvenes contemplando el muro desde lejos y soñando, tal vez, con un mañana diferente. He podido ver peleas entre inmigrantes para conseguir algunos víveres y ropa que las ONG reparten entre los acampados. He podido ver a un joven malherido y sangrando, tumbado en un remolque, esperando ser atendido por el personal de atención sanitaria que México ha destinado para su cuidado. He visto las chabolas donde se cortan el pelo y a los sanitarios con muy pocas condiciones de salubridad.

He visto a los niños con la mirada perdida pendientes de sus madres en todo momento sin entender, seguramente, nada de lo que ven sus ojos. He visto mucha resignación, mucho dolor y poca esperanza. Quise entrar en la zona reservada a los inmigrantes y me lo impidió la policía, por mi seguridad y por evitar “testigos” incómodos que pudieran hacerse eco de los sufrimientos humanos que afloraban. He visto, en poco tiempo, mucho más de lo que yo imaginaba. Hoy puedo contarlo como si fuera un “periodista” enviado a la zona para transmitir en directo cómo está la situación. 

Trump había asegurado que México pagaría el muro. Y en verdad lo está pagando, aunque no sea con dólares contantes. Está haciéndose cargo de una situación que desborda a cualquiera y que le llega desde Honduras y de otros países cercanos, generando un serio problema en Tijuana. Si la llamada “zona norte” de Tijuana era ya un sitio poco recomendable, ahora, con esta invasión, todo se ha complicado mucho más.

Caravana migrante

Me senté cerca del muro para contemplar el espectáculo de una humanidad fracasada en su intento de fraternidad. Me impresionó fuertemente un joven con la mirada perdida en el horizonte norteamericano. ¿Qué pensaría? ¿Qué sueño albergaría en su corazón? Cerca de este joven había otros muchos más…

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