Tenía ganas de ver ‘Los dos Papas’. Por una parte se encontraba la propaganda realizada por Netflix, por otra, la propaganda de los que no les gusta que se trate nada de la Iglesia sin el control de la Iglesia. Algunas críticas se han significado mucho, como la del obispo de San Sebastián, otras han sido más ponderadas a mi modo de ver (me ha gustado lo publicado en Vida Nueva), otros importantes hombres de la Iglesia en España sé de buena tinta que han afirmado que es una “bonita película”, pero no se han significado en su opinión públicamente (se debe valer más por lo que se calla que por lo que se cuenta, aunque a veces también es bueno hablar) pero lo ideal (en terreno cinematográfico y en la mayoría de los órdenes de la vida) es que cada persona conozca la producción en cuestión y que nadie le conforme la opinión desde fuera, sin olvidar el derecho a opinar de cada uno.
A mí me ha gustado mucho, para empezar a clarificar ideas y establecer posiciones. Creo que cuando nos acercamos a una obra de ficción, aunque esté basada en hechos reales, lo tenemos que realizar con otras coordenadas. Así sucede con cualquier película de cine histórico o con la novela histórica. Para rigor histórico ya estamos los historiadores… siempre a su disposición.
A través de ‘Los dos Papas’ encontramos el diálogo y el debate de dos modelos de Iglesia, dentro de la propia Iglesia católica; dos escenarios incluso geográficos. La Iglesia católica no es solo Roma, el Vaticano, Europa. La Iglesia católica es América, África, Asia, las periferias. La grandeza de la ficción es que estos modelos se encarnan en dos hombres impresionantes, en el papa Benedicto XVI y en el futuro papa Francisco que todavía es en la trama cinematográfica el cardenal Bergoglio. La película se sitúa, en su argumento, en el año 2012, en vísperas de la renuncia del papa Ratzinger. No es la confrontación de dos personas, es, repito, el diálogo de dos modos de entender el catolicismo, unido y asociado al propio modo de entender, manejar y ejercer el ministerio petrino. Lo importante es que el diálogo entre los dos modos de entender la condición de católico, el compromiso del católico en la sociedad, en las sociedades (habrá más de dos) es fluido y terminan confluyendo de manera magistral. ¡Ojalá hoy este debate dentro del catolicismo confluyese con tanta delicadeza, sin integrismos y extremismos!
No es cuestión de que la película se decante por Francisco, es que el protagonista en ese sentido es el futuro papa Francisco. Pero creo que el director ha tratado todo ello de manera magistral, con dos grandes actores, lo que es un modo de dignificar también.
Como con todas las películas y novelas, las opiniones pueden y deben ser plurales y, por supuesto, un obispo puede opinar (¡ojalá también los obispos tengan tiempo de ir al cine, a un concierto, sean hombres de cultura!), pero no opinemos nunca desde el tono de la condena… hay que tranquilizarse, es solo una película. A las puertas del estreno, hay otras películas o series que pueden tratar el ministerio petrino con mucha menos delicadeza y nos podemos encontrar que algunos han gastado toda la pólvora en una cinta interesante. Y todo porque el Benedicto XVI que se interpreta no es el estrictamente histórico. Se parte de la imagen mítica que existía del papa alemán, más bien del cardenal alemán de la Congregación para la Doctrina de la Fe y, sin embargo, se llega al hombre delicado y mesurado que el papa Benedicto ha venido siendo. Una personalidad pontificia que siempre nos dará muchas sorpresas, un gran intelectual de nuestro tiempo.
‘Los dos Papas’ es también una cinta para reflexionar. Es importante que una película, cuando se termina de ver, deje en el espectador ganas de saber más, y entonces el espectador investigará y leerá. Eso me ha pasado con la película de Amenábar ‘Mientras dure la guerra’ y eso también me ha ocurrido con esta de ‘Los dos Papas’, que volveré a visionar. Una película para el debate también, para ese debate que no se debe rehuir en la vida madura e intelectual de un católico, una película que sitúa la realidad eclesial en el foro de lo público con respeto y dignidad, sin ocultar temas y sin hacer sangre.