Por ALBERTO RUBIO. Catedrático y economista
Un caudal abrumador de información cotidiana, la mayoría de ella impactante y hasta portadora de tensión, atenta contra nuestro ejercicio y sentido de perspectiva. Ocurre sin embargo que desde el último cuarto del siglo pasado el mundo ha iniciado un proceso de cambio profundo, lento como implica la transición hacia una nueva época, pero persistente y sostenido. Pasó desde el desmembramiento del mundo romano hasta el medioevo y de la baja edad media al advenimiento de la modernidad.
La confusión, el desconcierto, la incertidumbre y la sorpresa, originada a veces en decisiones espasmódicas y fuera de contexto histórico, son condiciones propias de esos tiempos. Alvin Toffler lo llamó “choque de olas”: un momento de la civilización donde un paradigma hegemónico no desaparece del todo y los nuevos ejes dominantes aún no se imponen con claridad. Exactamente en este punto estamos.
Si esto se tiene en claro y los sucesos pueden colocarse en esa dinámica, quizás podamos entender mejor. Los criterios, la mayoría de las veces simplistas y sin matices, utilizados para interpretar-defender el ayer, son insuficientes para entender la complejidad del hoy: un mundo en transición hacia una nueva estructura y funcionalidad. Un mundo sin fronteras, informado en tiempo real, culturalmente relacionado, con fundamentalismos intransigentes y con movilidad intensa de personas, empresas y capitales que alteran profundamente las condiciones existenciales de las sociedades nacionales.
Lo ocurrido en Gran Bretaña el 23J (la modalidad de este tiempo quizás lo recuerde con esas siglas en el futuro) dispara todo tipo de interrogantes. Ninguno de ellos puede tener respuestas precisas, sólo líneas abiertas. Posibles “portadoras de futuro”, como corresponde al pensamiento prospectivo.
¿Y el orden mundial?
¿Y el orden mundial? Es muy probable que consista en una hegemonía compartida de cuatro países bajo cuya responsabilidad operativa y capacidad de diálogo dependerá la estabilidad del sistema global. China, Alemania y Rusia están en la lista de actores relevantes. La incorporación de los Estados Unidos a ese “núcleo duro” de poder queda muy ligada al resultado del proceso eleccionario de noviembre próximo. Esa relevancia y el rango de importancia en que los cito es una conjunción de solidez política, potencial económico y presencia regional. Los temas prioritarios de sus agendas deberían incluir: finalizar con el terrorismo islámico, tratamiento de migraciones-refugiados, políticas sociales concertadas y preeminencia del mundo productivo sobre el financiero, consolidar la interdependencia internacional evitando tentaciones de autarquía y proteccionismo.
¿El futuro de Europa?
¿El futuro de Europa? Efecto contagio o alto riesgo de desmembramiento en cadena, tanto del sistema unificado europeo como de las integraciones nacionales. Varias corrientes políticas europeas, con posibilidades en los procesos eleccionarios de los próximos dos años, propician consultas similares a la del Reino Unido. Al mismo tiempo, se reactivan tendencias independentistas en Escocia, Irlanda, Cataluña, País Vasco, Galicia y norte de Italia. La moneda común europea está dañada por crisis de deuda que afectan a varios de sus países miembros, siempre tratada con criterio de priorizar a la banca y las finanzas más que al crecimiento de los países endeudados y sus gentes. La vulnerabilidad del euro se agravaría si las tendencias al resquebrajamiento político se profundizan. De allí que las autoridades de la Unión Europea estén ahora angustiosamente ocupadas en reordenar un salto hacia delante. No fueron pocas las voces que reclamaban “más Europa”. Lo no hecho ayer debe intentar hacerse aceleradamente hoy.
¿La región sudamericana?
¿La región sudamericana? Un espacio de posibilidades altas, pero realidades bajas. Continente complejo para entenderse y, en consecuencia, acordar o integrarse. Sus doscientos generalizados años de independencia no fueron aún suficientes para suturar tensiones del pasado. Con países de industrialización incompleta y fuerte dependencia del sector externo para complementar y concretar sus producciones. Importa caro y exporta barato. En este sentido, un fortalecimiento del dólar, por la incertidumbre del futuro europeo, tiende a reducir el precio de sus exportaciones primarias (alimentos, energía y minerales) y encarece sus importaciones esenciales (insumos industriales, bienes de capital y sus repuestos). Su peso internacional es débil, tanto como su aptitud para captar y operar en el contexto mundial. Los tratados de libre comercio con la Unión Europea, subregionales o nacionales, vigentes o en análisis, requerirán revisión y replanteo. Esta es la actitud de países pragmáticos y muy exigidos, como Corea del Sur, que ya ha comenzado a revisar sus acuerdos con Europa, desglosada Gran Bretaña, y estudiar cómo puede replantear con ambos por separado sus vínculos comerciales.
¿Y nosotros…?
¿Y nosotros, ciudadanos espectadores? Quizás no sea casual. A comienzos de los setenta, al final de un ensayo sobre la “nueva edad media”, Umberto Eco expresa “como decían los chinos para maldecir a alguien: ojalá vivas en una época interesante”. La maldición nos ha llegado. Pertenecemos a una época interesante. La enseñanza del pasado señala que en tiempos de convulsión la sabiduría y el conocimiento buscaron espacios reflexivos donde refugiarse. En el medioevo fueron los monasterios y en la transición del feudalismo al capitalismo, las universidades. Hoy somos nosotros mismos y nuestro entorno más cercano: familia, amigos, alumnos y discípulos, para quienes transitamos la vida académica. Preservar valores trascendentes, adecuar y adaptar al signo de los tiempos aquellos que no lo son tanto. Tratar de ver claro, transmitir, educar. Ayudar a nacer y crecer nuevas generaciones que no caigan y sepan supera además nuestros propios errores.
Los cambios son traumáticos, pero inevitables. La dinámica del fenómeno humano así lo indica. Tienen graves amenazas, pero también sus razones y sus grandes oportunidades. Un mundo estático sería aburrido, pero por sobre todo, sin progreso.