Tribuna

Destellos de la vida divina: la identidad de la forma de Vida Consagrada

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Consagración

Alexia Putellas es uno de los grandes nombres del deporte español. Jugadora del FC Barcelona femenino, ha alcanzado las mayores distinciones de su especialidad. Mejor futbolista del mundo, dos balones de oro… Es referente de muchas jóvenes por su compromiso en favor del acceso igualitario de la mujer a un deporte asociado predominantemente a los varones. En un reciente documental sobre su vida expresa su relación con el deporte de esta manera: “El fútbol es mi estilo de vida. Todo lo que hago es en función del fútbol”.



Es una buena definición de consagración. Te propongo que sustituyas la palabra “fútbol” por la palabra “Jesucristo” o “Evangelio”. ¿Ves el resultado? La palabra “consagración” quiere decir ”dedicación”, dedicación en exclusiva. Alexia presenta su contenido con precisión. Se trata de hacer de Jesucristo y de su Evangelio un estilo que configure todos los ámbitos de la persona: deseos, relaciones, trabajo, tiempo libre, ideas, criterios y valoraciones morales… Hasta el modo de vestir, de caminar, de mirar… deberían expresar ese estilo.

Las palabras de la futbolista no están alejadas de lo que decía san Pablo en la Carta a los colosenses. Tras recomendar que desarrollen actitudes propias de su condición cristiana: bondad, misericordia, humildad, paciencia…, termina diciendo: “Todo cuanto hagáis, de palabra y de obra, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús” (Col 3,12-17). En la consagración se trata de “todo”. Todas las dimensiones de la persona, todas las actividades en las que estemos empeñados.

En el desarrollo del documental pronuncia otras palabras que nos ayudan también a reflexionar. Habla de un momento difícil de su vida: el fallecimiento de su padre. En ese momento de desconcierto y zozobra personal: “El fútbol fue como el orden que necesitaba mi vida”. ¡Qué bien dicho! La vida humana necesita orden. Más interno que externo. Un orden otorgado por un centro unificador. No es casual que antiguamente las agrupaciones de consagrados se llamaran precisamente “órdenes”. Y tampoco que el marco configurador de esas comunidades se llamen “regla”. Sin orden, la persona se pierde en la multiplicad de sucesos, en el barullo de experiencias.

El orden humaniza y personaliza. Los relatos de la creación indican que la acción creadora de Dios consiste en introducir un orden en el caos inicial. En poner un sentido en el universo. Los consagrados, recibimos de Cristo y su Evangelio un orden, un sentido, desde el que recomponer la multiplicidad de lo que nos sucede. Debemos preguntarnos si realmente vivimos de esta manera nuestra consagración. ¿Es Jesucristo y su Evangelio lo que conforma en todo nuestro estilo de vida? ¿No intervienen también otras influencias extrañas? ¿Todo lo que hacemos es en función de Cristo y su Evangelio? ¿Es Jesucristo y su Evangelio el orden que organiza nuestra existencia?

Coordenadas de la identidad consagrada

Aunque llevamos mucho tiempo escuchando que en la Vida Consagrada es necesario priorizar el ser sobre el hacer, la vivencia de la consagración a las tareas de nuestra misión, lo cierto es que el elemento fundamental de la identidad de muchos consagrados procede de las tareas que realizan. Y la imagen que tienen de nosotros las personas próximas se reduce casi exclusivamente a lo que hacemos.

¿Por qué tiene tan poca presencia en ambas imágenes lo que interiormente “somos”? ¿Será que lo vivimos con poca intensidad? ¿O que no lo comunicamos suficientemente? Los consagrados somos llamados hoy a intensificar la vivencia de nuestra consagración. Para ello propongo profundizar en tres coordenadas: identidad cristológicamente centrada, orientada a la peregrinación y eclesialmente situada.

  1. Cristológicamente centrada. Poner a Cristo en el centro de nuestra consagración significa desarrollar una espiritualidad de la llamada. Puede parecer banal, pero en cristiano nadie se llama a sí mismo. Somos llamados por el Señor. Y esa llamada debe ser no solo el recuerdo del inicio de nuestro modo de vida, sino la guía permanente en el camino de nuestra respuesta. Un camino que comienza cuando encontramos en Cristo al salvador de la humanidad. Jesucristo es el que recompone nuestra humanidad “defectuosa”, herida, en la que el deseo padece continuamente la amenaza de su descontrol. Configurarse con Cristo es acceder a un modo de vida que apunta a la plenitud de lo humano
  2. Orientada a la peregrinación. La identidad consagrada nunca debiera ser un muro que impida el desarrollo personal. Hoy día entendemos la identidad como una realidad dinámica, cambiante, que se enriquece en el transcurso de la existencia. La identidad consagrada es una identidad peregrina. En ella tenemos que recorrer un camino fundamental. El de la integración de las polaridades que tensionan toda vida humana: entre las aspiraciones de nuestra naturaleza y los valores evangélicos, entre lo individual y lo comunitario, entre el pasado y el futuro, entre la entrega y el mantenimiento de sí….
  3. Eclesialmente situada. Un polo importante de la identidad consagrada procede de la eclesialidad de nuestra vocación. No se trata solamente de reforzar nuestra implicación y colaboración con proyectos diocesanos. Se trata de reflexionar la aportación fundamental de la Vida Consagrada a la Iglesia. El Vaticano II lo expresó  muy bien (LG 43). La Vida Consagrada es un don de Cristo a su Iglesia, que se encuentra más en lo que somos que en lo que hacemos. Debiéramos vivir y cuidar –hasta el mimo– nuestra vocación como parte de ese regalo de Cristo a su Iglesia. No es una vocación intermedia entre lo ministerial y lo laical, sino una vocación específica, que consiste en ofrecer nuestra piel para que el Señor escriba (tatúe en ella) trazos de concentración evangélica.

Espiritualidad del óbolo de la viuda

La cultura de las redes sociales nos puede hacer pensar que el mensaje valioso es el que provoca un gran impacto momentáneo. No es así. Las aportaciones valiosas en la historia de la humanidad no son resultado de impresiones tan intensas como breves. Son resultado de un trabajo silencioso, paciente, ejercitado en la pobreza y la limitación pero desarrollado con una constancia inquebrantable…

Un participante del taller indicaba que la Vida Consagrada puede parecer hoy como el óbolo de la viuda. Es, humilde, frágil, pobre y, por eso, pasa desapercibida… Pero precisamente por contener una entrega total, realiza el sentido, sin el cual esplendor del tiempo sería nada y vacío. El sentido de ser el lugar de la ofrenda.

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