La guerra en Ucrania, que empezó en 2014, ha evolucionado a una de gran escala con la invasión rusa de febrero de 2022. Durante estos tres años, he estado en el país muchas veces, siguiendo la estela de una larga relación de Sant’Egidio con Ucrania, donde estamos presentes desde 1991. Hemos echado raíces en el país, primero en Kiev y después en Lviv, Ivano-Frankivsk y Kharkiv.
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Cientos de personas se vincularon a nuestra experiencia de proximidad a los más pobres y se formaron con nosotros. Ahora, como todos, han sido arrollados por la invasión rusa y sufrimos con ellos. Pero enseguida apoyamos la resistencia del pueblo ucraniano mediante una intensa labor de ayuda humanitaria. En tres años, hemos enviado 3.200 toneladas de ayuda con 168 camiones desde Europa (principalmente desde Italia). Un esfuerzo de 34 millones de euros que se ha encarnado en una intervención multidireccional que ha llegado a los desplazados internos (450.000 en cinco centros), a los habitantes de las regiones cercanas al frente y a muchas personas vulnerables de las ciudades donde Sant’Egidio está presente (ancianos, personas sin hogar o discapacitados).
Niños que no reían…
Me ha impresionado conocer a los niños que acuden a nuestras escuelas de paz. El trauma de la guerra es visible en sus ojos: han vivido los bombardeos, la destrucción de sus casas, el éxodo de su ciudad… Han visto la angustia de los adultos y a veces han perdido a un familiar. Cuando los conocimos, no hablaban, no jugaban, no reían. Una cercanía paciente y fiel devolvió a muchos una infancia que la guerra les robó. Sus historias y sus rostros calan hondo y no pueden dejar indiferente.
La guerra es una catástrofe, una tragedia humana, política y humanitaria. La realidad que ha provocado en Ucrania solo puede entenderse a partir de las heridas de las víctimas, de los indefensos. Dirigir nuestra mirada a sus ojos llama a rebelarse contra la guerra.
Rezamos por la paz, con constancia, desde el 24 de febrero de 2022. Pero ya oramos por la paz en Ucrania desde 2014. Y lo hicimos por primera vez en la Plaza de Maidán, tras la revolución. De la oración y del Evangelio surgen energías de resistencia, ideas de paz. Busca la paz quien fija su mirada en la guerra con empatía hacia todas las víctimas. De ello puede resultar una inteligencia que permite responder a las necesidades de los afectados, imaginar el futuro, explorar caminos de paz.
Una profunda sabiduría humana
En realidad, la ‘ingenuidad’ del compromiso por la paz encierra una profunda sabiduría humana, así como una clarividencia política. Y la ayuda humanitaria es un componente clave de esta, pues atestigua que la guerra es una experiencia dramática para los indefensos y a menudo despreciados. Estamos ante un compromiso fundamental para salvar la vida de tantas personas vulnerables en peligro, pero también ante una lucha por salvaguardar el ‘humanum’, cuestionado por la guerra, que nos deshumaniza a todos.
Construir la paz no es buscar la fórmula perfecta, casi mágica, que no existe. Es un trabajo laborioso, un proceso a menudo largo y complejo, hecho de tentativas, de canales de comunicación que hay que abrir y mantener abiertos, de relaciones de confianza que hay que establecer y consolidar, de diálogo que hay que proseguir con audacia, constancia e inteligencia.
La búsqueda de la paz tiene lugar en el corazón de la guerra, se desarrolla en un terreno ambiguo por su propia naturaleza. Hoy asistimos a fenómenos a veces confusos a escala mundial. Creo que la reanudación de un diálogo diplomático y la búsqueda de un espacio para una solución negociada a la guerra en Ucrania, incluso con todas las ambigüedades del caso, debe considerarse una novedad positiva, porque inicia un proceso.
No será corto, fácil o lineal
No será corto, fácil o lineal, pero es el proceso inevitable para lograr la paz en Ucrania. Todas las partes tendrán que implicarse en este proceso. Parten de posiciones distantes, a menudo incompatibles, a veces inaceptables; pero los procesos de negociación no sirven de nada cuando todo está ya resuelto, sino que son útiles cuando las guerras continúan y las posiciones son opuestas.
El horizonte humanitario debe seguir siendo una referencia incluso en este convulso proceso de búsqueda de la paz. Y sin perder de vista que la paz no es para nuestra propia tranquilidad, sino ante todo para los ucranianos. La solidaridad concreta con las necesidades humanitarias de los ucranianos es una inversión para la paz. En cada acto fraterno hay una acción por la paz.