En nuestra Iglesia Católica siempre hemos realizado diálogos pastorales, conscientes de que son un modo de ejercitar nuestra misión apostólica.
El diálogo se remonta a la Creación misma. A lo largo de la historia de la salvación Dios se ha comunicado con su pueblo por medio de la Palabra. Jesucristo nos enseñó a relacionarnos con Dios Padre por medio de la oración, que es diálogo amoroso.
El diálogo es la mayor expresión de la comunicación humana y divina. Por él nos conocemos y nos reconocemos como seres distintos, irrepetibles, que podemos llegar a acuerdos comunes, empezando por nuestras familias.
Nuestra Iglesia siempre ha dialogado con los Estados, con la sociedad, con las otras religiones. Tal es su misión: abrir puertas, construir puentes, derrumbar muros y anunciar la Buena Noticia del amor de Dios Padre, quien a todos acoge como a hijos suyos.
“El diálogo es la mayor expresión de la comunicación humana y divina”
En el interior de la Iglesia siempre se ha potenciado el diálogo entre los fieles y sus sacerdotes, entre los religiosos y sus superiores, entre los obispos y el Papa.
Desde que nacieron las guerrillas en Colombia, hace 52 años, siempre se las miró como algo que había que acabar, pero utilizando las mismas armas. En la década de los 80, se empezó a vislumbrar un nuevo camino. Particularmente la Iglesia se lanzó en muchas partes a lo que llamamos “Diálogos Pastorales”, oportunidad maravillosa para evangelizar a los grupos armados, escucharles, hablarles y buscar caminos de superación de los conflictos. Los resultados fueron sorprendentes y con base en esta experiencia, la Iglesia siempre ha insistido a los gobiernos de turno en abrir estos espacios que, gracias a Dios, han dado como resultado el diálogo con las FARC, cuya implementación del acuerdo firmado en La Habana va en marcha. Se han iniciado ya también las conversaciones con el ELN, que esperamos tengan también éxito para la consecución de la paz en Colombia, con justicia y desarrollo integral para todos los colombianos.
A propósito, recordamos las características que debe tener todo diálogo según el beato Pablo VI: claridad, fundamentada en la verdad; afabilidad, al estilo de Jesús, quien dijo “aprendan de mí que soy tolerante y humilde de corazón” (Mt 11,29); el diálogo no es hiriente ni ofensivo, es pacífico, paciente y generoso; confianza, que promueva la familiaridad y la amistad; prudencia pedagógica que tiene muy en cuenta las condiciones sicológicas y morales de los participantes.
Que todos comprendamos que el diálogo es la única vía para alcanzar la paz.
Leonardo Gómez, op
Obispo emérito de Magangué