El mes de mayo ha sido tradicionalmente el mes de la madre y el mes de María.
Demos gracias a Dios Padre por ese regalo maravilloso que nos dio en nuestras madres y descubramos en cada una su propia dignidad de mujer, con sus valores esenciales como la ternura y el amor, la comprensión y la tolerancia, la piedad y el ejemplo, al igual que el empuje y el optimismo para sacar adelante su hogar.
Duele profundamente que haya hoy tanto desprecio y maltrato a la mujer, y que se la mire como inferior al varón y se la tenga como esclava. Son alarmantes las noticias que recibimos a diario de la violencia contra las mujeres, en sus mismos hogares, los atropellos a ellas en las calles y hasta en las instituciones, las violaciones a niñas, el reclutamiento de las mismas para la guerra, la prostitución a la que la misma sociedad lleva a muchas mujeres por la pobreza, la ignorancia, la falta de oprtunidades.
Hace falta volver al origen de la mujer para redescubrir en ella su gran riqueza y su aporte a la humanidad y el trato mismo que le dio Jesús, en su tiempo, superando la incoherencia de las diversas culturas.
“Volviendo al origen del trato que le dio Jesús en su tiempo a la mujer, superando la incoherencia de las diversas culturas”
Desde las primeras páginas de la Biblia leemos: “y creó Dios al ser humano a su imagen; a imagen de Dios lo creó; varón y mujer”. Y en el Evangelio leemos: “Jesús fue recorriendo ciudades y pueblos proclamando la Buena Noticia del Reino de Dios; lo acompañaban los doce y algunas mujeres” (Mc. 8, 1-2). Particularmente Jesús tuvo un trato especial con las mujeres, empezando por su propia Madre, la Virgen María, a la que obedeció fielmente desde niño y amó tiernamente a lo largo de su vida. Cuando iba a morir en la cruz por nosotros, no la dejó sola y abandonada, sino que se la confió a Juan, su discípulo amado, y en él a todos nosotros. Fueron muchas las mujeres que estuvieron con Jesús en su predicación y en su vida y, como siempre, ellas le acompañaron en el Calvario, fieles hasta la muerte.
Con base en el ideal de mujer querido por Dios, necesitamos recuperar la figura de la mujer con todos sus atributos. Ahora que estamos comenzando una nueva sociedad en la construcción de la paz, debemos resaltar la importancia capital de la mujer no solo como generadora de vida sino también como valuarte del respeto, del amor y del progreso integral. Es compromiso de la sociedad actual promover de nuevo la dignidad de la mujer, facilitándole una formación humana integral, que las capacite para su realización personal y para servirle a la humanidad en sus distintas profesiones, y no ser discriminadas en sus propios salarios.
Leonardo Gómez Serna
Obispo emérito de Magangué