Dios que infunde vida, no ha creado al ser humano para pelearse con él, ni para hacerle reclamos, tampoco para que se deprima, o para que esté anclado en remordimientos y en cosas negativas del pasado.
- PODCAST: Cardenales del fin del mundo
- ¿Quieres recibir gratis por WhatsApp las mejores noticias de Vida Nueva? Pincha aquí
- Regístrate en el boletín gratuito y recibe un avance de los contenidos
Tampoco para que se proyecte hacia el futuro, alimentando temores, miedos, falsas ilusiones y tristes esperanzas. Mucho menos, lo ha creado para querer castigarlo o condenarlo.
Lo ha creado, eso sí, para que tenga vida y ésta en abundancia, para despertar la vida dormida que está dentro de él, para hacer renacer el ojo de agua, el manantial inagotable de agua que está sumergida, sometida, paralizada, quizá enlodada, dentro de él.
Coraje y valentía
Ha creado al ser humano, para despertar todo su potencial, toda su energía creativa, y quitar todos los miedos y cobardías, y hacer emerger la fuerza, el coraje y la valentía que existen en él, y pueda superar obstáculos, y desatar los nudos, que lo tienen detenido, paralizado.
Y finalmente, para liberarlo de las celdas, que lo tienen prisionero y esclavizado dentro de él, y que no lo dejan salir, gritar, correr y volar…